Sin trampa ni cartón, sin magia ni bastón hay ocasiones en que nuestra sociedad se convierte en el infierno de las tres erres, rumores, rechazos y reproches, restándoles optimismo, certezas, atractivos y felicitaciones que con toda seguridad seria un buen revulsivo para aspirar a la longevidad y ser más felices.
En gran parte el éxito en la vida depende de la opinión que los demás tengan de nosotros y no de nuestra propia valía, el refrán tradicional retrata esta situación con lo de “cría fama y échate a dormir”, en el otro extremo nuestra mala suerte y el infortunio, lo debemos en demasiadas ocasiones a los rumores que se hacen leyes, costumbres y perfiles de los demás sin nada sólido que lo sustente.
Es importante intentar tener el control de nuestras vidas y convencerse que la mayoría de las cosas que nos suceden no son consecuencia de la casualidad sino de la causalidad, que cuando nos surgen las oportunidades hemos de aprovechar las ocasiones para tomar las decisiones adecuadas y no dedicarnos a recriminarnos, quejarnos o castigarnos por nuestros fallos y errores.
Cada día es un reto con nosotros mismos y con el mundo, y hemos de afrontarlo con energía y ganas de hacer cosas nuevas, sino estaremos certificando que hemos empezado a morir, que lejos de sembrar alegría y positivismo nos dedicamos a ser el peor de nuestros enemigos.
Ante lo que la vida nos da, no podemos ser ni indiferentes ni desagradecidos, porque si no estamos bien, seguro nos encontraremos con algo peor, y si nos sentimos pletóricos, tenemos todas las papeletas para estropearnos el día, por eso es inútil preocuparnos o inquietarnos por cosas que no sabemos si sucederán.
Nuestras inseguridades nos provocan inquietudes y nerviosismos, y debemos echarle ganas que es donde suelen estar los secretos de los éxitos y los momentos de felicidad, y las fuerzas e ilusión para afrontar los problemas y dificultades que nos salen al paso.
Frente a los rumores destructivos, los rechazos paralizantes y los reproches recriminatorios, apuntémonos a los grandes estímulos y las motivaciones apasionadas. Seamos proporcionados y alimentemos el equilibrio y no queramos matar moscas a cañonazos.
Debemos centrarnos en las cosas que podamos conseguir y no nos dediquemos a sembrar envidias inútiles, que lejos de aportarnos una visión amplia y desbordante nos empobrece en batallas sin sentido, y nos cierran los caminos para descubrir cosas que nos enriquecen como personas.
Resulta estéril resistirnos a los cambios con todas nuestras fuerzas. Tenemos que inyectarnos entusiasmo y mirar hacia adelante, porque con toda seguridad ahí nos sorprenderá lo desconocido, y quizás encontremos cariño y protección.
Ni nos anclemos en el inmovilismo, ni vayamos en busca de espejismos, y entrenemos nuestra voluntad de avanzar hacia adelante, tal vez podremos hacer realidad nuestros sueños y ser capaces de desarrollar nuestras potencialidades.
Aprovechemos y estrujemos todo lo que nos produzca alegría y vacunémonos contra la angustia y la melancolía. No pretendamos ser perfectos, entre otras cosas porque perseguiremos una mentira inexistente y nos margaremos tontamente nuestro día a día.