Tras una masiva demostración de fuerza en la calle, el popular Alberto Núñez Feijóo encara desde mañana el debate de investidura,
un examen clave del que, sin embargo, y salvo enorme sorpresa, ya se sabe el resultado, pues llega sin el apoyo requerido para formar un Ejecutivo.
Se estrena como orador en el Congreso tras haber sacado este domingo a entre 40.000 y 60.000 personas a la calle en contra de la amnistía y transcurridos dos meses desde el revés en las urnas, que arrojaron una victoria insuficiente para alcanzar La Moncloa, por la necesidad de dos aliados, Vox y PNV, que eran y son incompatibles entre sí.
Propuesto como candidato por el rey Felipe VI, el líder del PP ha cosido 172 apoyos, al sumar al PP los 33 votos de Vox y los dos diputados de Coalición Canaria (CC) y Unión del Pueblo Navarro (UPN). Está a cuatro votos de la mayoría absoluta, situada en los 176, y en frente tiene más noes (179) que síes.
El giro de guión depende del PSOE
Así las cosas, y
pese a los insistentes intentos de atraer al PNV, el único giro de guión depende de la bancada del PSOE. Los populares han llamado explícitamente a romper la disciplina de voto a los socialistas contrarios a que Pedro Sánchez pacte una amnistía con el independentismo catalán.
Ese hipotético escenario, que ha acarreado para el PP acusaciones de transfuguismo y corrupción, es sin embargo muy complejo y no llama al optimismo en el seno del PP, pues en la Cámara Baja no se votará el miércoles ni el viernes amnistía sí o no, sino la elección de Feijóo como presidente.
En todo caso, y al margen del resultado aritmético, Feijóo se la juega en el Congreso, tras semanas de ruido interno en el PP, por un resultado electoral inesperado y cuando por delante le espera un futuro incierto como líder de la oposición o candidato en una repetición electoral.
El reto de convencer a los suyos
El PP, que encumbró a Feijóo y le dotó de un aura de figura indiscutible, lleva dos meses de introspección analizando qué falló el 23 de julio.
Entre las conclusiones más compartidas se alude al lastre que supusieron los pactos con Vox, sobre todo entre las mujeres, el voto de los pensionistas, temerosos a recortes, o el exceso de confianza demoscópica.
Algunos reprochan también la gestión mediática de la amistad de Feijóo con el narco Marcial Dorado, que el PSOE devolvió al debate público.
Pese que ha perdido su condición de mirlo blanco del PP, los dirigentes territoriales escenificaron ayer un cierre de filas con Feijóo.
Además, en la formación hay prudencia a la hora a la hora de cuestionar en primera persona a Feijóo, una vez superado el trauma que supuso sacar del liderazgo de Pablo Casado. En cambio, los reproches sí llegan a algunos de sus fichajes, como Borja Sémper, criticado por hablar en euskera en el Congreso.
En el hemiciclo Feijóo tendrá que ratificar ante los suyos que sigue siendo la mejor opción para el PP, aún cuando se cuestionan sus apelaciones al PSOE, la intención, después rectificada, de hablar con Junts, o su "bilingüismo cordial", con menor predicamento dentro de la M-30 que en la periferia.
A sus espaldas, Feijóo lleva cuatro mayorías absolutas en Galicia y lo que él mismo ha definido como una "mayoría parcial" en las generales. Sin embargo, ni ese argumento, ni la defensa sobre que gobierne el más votado, y tampoco la oferta de gobernar solo dos años para acometer pactos de estado, servirán para cuadrar los números.
Feijóo es, y así lo recuerdan los suyos, el primer candidato del PP que logra ganar unas elecciones generales a la primera, y ha defendido que es su deber democrático dar voz a los once millones de españoles que votaron cambio político en España.
Mañana tendrá oportunidad de hacerlo en un debate en el que, como en Galicia, podrá hablar sin límite de tiempo y marcar el paso a sus adversarios políticos.
Si en la segunda votación, la del próximo viernes, el Congreso rechaza su candidatura a la presidencia, como está previsto, llegará de nuevo la incertidumbre, tanto si España va a nuevas elecciones como si Sánchez logra un nuevo mandato, de duración indeterminada.