“Lo oculto: descubriendo el vínculo entre el arte y las ciencias ocultas en las colecciones Thyssen-Bornemisza". En esta exposición descubrimos lo Oculto presente en las colecciones del museo,
una muestra que revela los rastros de lo esotérico en 60 obras de arte que, hasta ahora, habían pasado casi desapercibidas.
Todos tenemos o hemos tenido alguna vez prejuicios sobre lo oculto, desde relacionar lo oculto con lo prohibido, con la magia, y que tampoco necesariamente tiene que ver con la religión, donde si no crees, si no tienes fe, no funciona. Pero lo mágico no tiene esa lógica condicional, no requiere de un estado subjetivo del individuo.
En esta exposición, Guillermo Solana, director artístico del museo y comisario de esta muestra, reúne 59 obras de arte de las colecciones Thyssen en las que han detectado rastros de lo oculto que pueden documentarse. Nos sumergen ahora en todos esos saberes que desde la antigüedad pretenden penetrar y dominar los secretos de la naturaleza.
La tradición esotérica ofrece una serie de códigos para descifrar sentidos escondidos. "Su valor consiste en revelarnos detalles y aspectos de las obras de arte que han pasado inadvertidos y proponer nuevas lecturas heterodoxas".
Lo oculto está presente al margen de lo que creamos o no. Podemos creernos las personas más racionales, más escépticas y ser presa de multitud de supersticiones y hasta tentados a leer el horóscopo.
Solana destaca, por ejemplo, un cuadro de Bramantino, un Cristo resucitado, que siempre se representa a la salida del sol, y en este lo hace con la luna que aparece al fondo. Todo el cuadro está presentado con la influencia de la luna, la figura del Cristo con su palidez fantasmal que tiene que ver con ese misterio cotidiano de la luna, que aparece y vuelve a desaparecer. Hay estudiosos que dicen que no es un Cristo resucitado, que está muerto en el momento en el que baja a los infiernos para liberar a las almas inocentes.
Salirnos del guion, ese es otro reto que marcan. Invitar al espectador a fijarse en detalles, que el recorrido por encima que se hace. Y refiere algo que nunca se había visto, en un cuadro de José Ribera, la Piedad del Thyssen fue una vigilante de sala del museo, que pasan tantas horas entre las obras, oyen y se fijan en muchas cosas, quien en un brazo de Jesucristo había dibujado un ojo y que no parecía estar repintado, es decir, por alguna razón, el pintor lo puso ahí, afirma Solana.
En general, hay muchas obras, unas que nos pueden convencer más que otras, pero la idea es que cualquier hipótesis que se haya formulado tiene derecho a que se oiga. Para Guillermo Solana los museos repiten siempre una y otra vez lo que dice un historiador del arte, tal o cual visión. Pero ahora esta visión se abre, todo el mundo puede ver algo y aportar -añade- su percepción porque, al fin y al cabo, hay muchas lecturas en la obra del arte, y hay que permitir que el espectador haga hasta su propia indagación, que saque sus conclusiones.
Saberes ocultos
Los saberes ocultos han sobrevivido durante siglos en un entorno cultural hostil —dominado primero por la religión y más tarde por el racionalismo y el positivismo— gracias a su capacidad de camuflaje e infiltración. Parece que fue en las artes visuales donde las ideas y creencias esotéricas encontraron el terreno ideal para sus mensajes cifrados: desde las alegorías herméticas del Renacimiento hasta las manifestaciones del arte de vanguardia del siglo XX.
Siguiendo el repertorio de las principales disciplinas incluidas en la tradición de lo oculto: alquimia, astrología, demonología, espiritismo, teosofía, chamanismo, sueños y premoniciones... todas las ciencias ocultas, perseguidas durante siglos, encontraron en las artes visuales el terreno ideal para transmitir sus mensajes cifrados.
Astrología. El interés por los cuerpos celestes y su influencia en la vida humana ha dejado huellas en infinidad de obras de arte de distintas épocas. Bien lo vemos en un zodiaco en una tabla religiosa, un horóscopo en un retrato o el mito del nacimiento de una constelación. Las estrellas y sus figuras virtuales volverán a apasionar a artistas como Miró.
Demonología. La fascinación por las variedades de lo demoníaco recorre toda la historia de la iconografía cristiana. Aparte de los diablos etiquetados como tales, en la pintura del Renacimiento y del Barroco aparecen rostros grotescos, indicios de “mal de ojo” y otras presencias inquietantes que encarnan las asechanzas del Maligno. Muchas obras abarcan esta sección.
Alquimia. En los fondos paisajísticos de la pintura renacentista –especialmente de la Escuela de Ferrara– observamos rocas de formas fantásticas vinculadas en la época a las investigaciones alquímicas. La alquimia reaparece con fuerza en el arte del siglo XX, por ejemplo, en Max Ernst o en Lucio Fontana. Espiritismo. El ocultismo renació en el siglo XIX bajo la forma de una obsesión por la comunicación con los espíritus de los muertos. La pintura “fin-de-siècle”, con sus figuras sonámbulas en ambientes crepusculares o nocturnos, evoca a menudo la atmósfera espiritista. Y es que esa fascinación por lo oculto no exige creer en nada superior. Si creían en el poder de los medium en su escritura automática, que utilizó incluso la pintora sueca, y medium, Hilma af Klint, pionera del arte abstracto.
También el noruego Edvard Munch, que vivió un entorno familiar donde se practicaba espiritismo siguió interesándose después de adulto, hasta tal punto que se aficiona a tomar fotos donde se simulan otras cosas: presencias y sugerencias... En la colección hay un Munch donde una figura que aparece en la radiografía del cuadro ha desaparecido.
Teosofía. Fundado en 1875 por Helena Blavatsky, el movimiento teosófico combinaba elementos de la tradición esotérica occidental con otras prácticas orientales. A comienzos del siglo XX disfrutó de una enorme influencia cultural e inspiró a los pioneros del arte abstracto como Hilma af Klint, Kandinsky, Kupka, Mondrian...
Chamanismo. Referido a ese momento en el que el artista de vanguardia se convierte en una especie de chamán, mediador espiritual incluso sanador en muchas culturas. Picasso, Chagall, Kandinsky o Pollock son sus ejemplos. Éste último, el pintor estadounidense Jackson Pollock establece una relación con el pueblo navajo: Él dominando el lienzo tumbado en el suelo establece una similitud con lo que hacían los rituales de los antiguos pueblos.
Y la séptima sección: Sueños y premoniciones. Los surrealistas se apasionaron por el ocultismo y adoptaron sus prácticas, aunque no necesariamente sus creencias. Investida de aparente rigor científico por el psicoanálisis, la interpretación de los sueños ocupa un lugar central entre sus obsesiones, especialmente vinculada a las premoniciones y los poderes de los videntes.
El mundo onírico de los sueños da pie al espectador a imaginar y donde destaca por ejemplo un retrato de Vermeer donde aparece una carta astral al fondo o como no los cuerpos celestes de Miró. Ejemplos serían Dalí, Ernst, Tanguy o Delvaux que dialogan con artistas difíciles de encasillar como Schad, Bacon o Balhtus.