Seamos sinceros: Óscar Puente no es, precisamente, el lápiz más afilado de la caja. Tampoco es un tipo que destaque por su fino estilo discursivo ni por un encanto natural que embelese a las masas.

El ministro es de esas personas que tiene más peligro que una piraña en un bidé cuando se le acerca un micro. El día que repartieron la diplomacia y los filtros estaba jugando en los billares. De ahí a que nos proporcione tantas y tantas páginas, tantas horas de tertulia y tanto rasgado de vestiduras.

El otro día destapó lo que para él viene siendo el tarro de las esencias, dejando caer que el presidente argentino toma cosas. No se sabe si lo que quiso decir el ministro es si lo que toma es poleo menta, queso rallado o alguna sustancia que altere sus sentidos. A ver, que está muy mal lo que dijo el ministro, porque, si no se tienen pruebas de algo, está muy feo señalar a alguien sin nada que lo corrobore. Algo que podría decirle su jefe de gabinete, por propia experiencia.

Sí, está muy mal, por mucho que pensemos que este Milei es un tipo raro. Además de parecer que tenga un severo problema en los pulgares, o que le han robado el mando de la Play, podemos estar todos de acuerdo en que una persona que habla con sus perros muertos, y que ve con buenos ojos que la gente venda sus órganos, no parece un tipo demasiado confiable. Los pueblos son responsables de lo que votan, y sólo la Historia pondrá a cada uno en su sitio.

Como era de esperar, el gobierno argentino ha devuelto la afrenta de Puente con un comunicado en el que no sólo ataca al ministro, sino a todo el gobierno. Sólo dedica un párrafo a Puente, mientras que el resto del comunicado hace las delicias de toda la derecha patria.

Habría que recordarles a todos estos que aplauden el fanguizal de Milei que, cuando Chávez despotricó del por entonces ex presidente del Gobierno, Jose María Aznar, en una cumbre iberoamericana, Zapatero salió en su defensa, alegando que había sido elegido por la mayoría de los españoles, y que eso ya le hacía merecedor de todos los respetos.

Los mismos que aplauden a Milei son los enamorados de la fruta. O los que, sin eufemismos, aplauden que se llame hijo de puta al presidente de su país.

 

Lamentablemente, la decencia no es trasversal. Siempre han habido clases.