Esta expresión pugilística era una incógnita para mí cuando aún existía el Campo de Gas madrileño y Fred Galiana hacía de las suyas: ?segundos fuera?, gritaba el árbitro de la contienda...
Esta expresión pugilística era una incógnita para mí cuando aún existía el Campo de Gas madrileño y Fred Galiana hacía de las suyas: “segundos fuera”, gritaba el árbitro de la contienda y yo creía que se refería a lo mismo que los del tenis cuando dicen “time” para advertir a los jugadores que se acabó el descanso. Pues no, lo que ordenaba el juez de las doce cuerdas era que abandonaran el ring los ayudantes, los segundones.
En política abundan. Leo con cierto estremecimiento que casi tres decenas de asesores preparan a Rajoy para su intervención en un programa televisivo. Y leo también con rubor que la vicepresidenta echó una bronca a los secretarios de Estado y a los subse porque hasta la mesa de reuniones no llegaba una sola iniciativa decente no ya para sacar al país de la crisis, que no es fácil, sino para al menos paliar sus efectos, vender ideas. Mucho segundo opinando sobre todo pero sin recibir un sólo directo en sus carnes.
Y los dos casos son preocupantes. El de Rajoy es quizás todo un ejemplo del laberinto en el que está metido el PP, galicias aparte. Rajoy es un señor culto, riguroso, buena gente y uno tiene la sensación que demasiado solo y excesivamente rodeado por mil voces, por tres decenas de segundos a los que alguien debería echar fuera porque es humanamente imposible que con tanto asesor los mensajes no se contradigan. Rajoy –creo yo– tiene su despacho siempre abierto para que cualquiera pueda entrar; y lo malo es que entran. Entra el primero que pasa para decirle lo primero que se le ocurre y así no hay manera. La política debería ser un mix entre ciencia, arte, intuición, moralidad y buenas compañías. Que Rajoy y los que de verdad le siguen, se pregunten qué está pasando en Génova. Ser buena persona está muy bien; pero entre una ONG y un partido político hay ciertas diferencias.
Y lo de la vice, pues parecido. No se puede tener a otras tantas decenas de segundos que entre asalto y asalto no tengan ni el agua preparada para un boxeador. El personal, si esto sigue así, va a empezar la fatídica cuenta y si el Gobierno no da señales de poder continuar con cierta solvencia cuando vayan por el siete, al diez le van a mandar a su rincón. Hoy por hoy la cosa parece que anda igualada, que el combate sigue siendo nulo, pero quedan aún muchos asaltos y una de dos: o se dice seriamente eso de ¡segundos fuera!, o aquí perdemos todos: los dos púgiles y lo que resulta más grave, nosotros que estamos pagando la entrada cada vez con mayores dificultades.