Ya sé que generalizar es injusto y que hay políticos muy dignos que se ganan el sueldo y merecen respeto, la mayoría de ellos según mi modesta opinión...
Ya sé que generalizar es injusto y que hay políticos muy dignos que se ganan el sueldo y merecen respeto, la mayoría de ellos según mi modesta opinión; pero la política de diseño al uso ha convertido a la clase política en una casta egoísta y autista y a la dirigencia partidaria en títeres de los expertos en marketing de sus respectivas formaciones políticas; y así van, como ovejas hasta donde el monocultivo estratégico de obtener/conservar el poder les marca. Las últimas elecciones, desde mi punto de vista, no han sido las peores de la democracia como dicen algunos, sino sólo otras peores más.
Rajoy ha ganado y Zapatero ha perdido, rezan los titulares, el juego ha sido entre ellos, entre los representantes, con ellos como protagonistas: del público presente en las gradas, de los presuntamente representados, la política de diseño sólo necesita el aplauso. Sobre el escenario postelectoral no están los problemas del país ni de la gente sino el ganador agrandando su mérito y el perdedor tratando de minimizarlo. Desilusión desafección, soledad, hastío, ¿cuál es la palabra que mejor refleja el alejamiento creciente de las urnas de tantos...? Yo creo que una mezcla de esas y otras. Con los políticos entendidos así, como casta, los ciudadanos empezamos a estar hechos a casi todo: insultos, dislates, incongruencias...
Más que para buscar y encontrar soluciones creíbles a los problemas reales de la gente, la casta política parece que trabaja para el formato de los telediarios, frases, cortes, totales que encajen bien en la tele aunque no digan nada en vez de pensamientos completos, argumentos, ideas, propuestas razonadas. Propaganda en vez de compromisos. Y lo que no sea popular, al cajón aunque se hunda el mundo. Yo pienso que esta forma de hacer política es una pena, la democracia no es eso, y no hay recambio, todos los demás sistemas políticos son peores y algunos además deleznables. Con campañas tan sucias como la que acabamos de vivir, de desgaste del adversario y olvido del bien común, lo que se hace es alejar a la mayoría no radicalizada de las urnas. Pero, por desgracia, es lo que busca el marketing del todo por el voto para que siga la fiesta.