Guirigay socialista

Publicado: 23/09/2016
El comité federal del PSOE –¡ya era hora!– se reunirá el próximo día 1 de octubre, una vez sea convocado por la comisión permanente de la organización, tras...
El comité federal del PSOE –¡ya era hora!– se reunirá el próximo día 1 de octubre, una vez sea convocado por la comisión permanente de la organización, tras las elecciones gallegas y vascas de este domingo. Veremos entonces si, ¡por fin!, los miembros de la dirección socialista ponen todos sus cartas bocarriba, sin ambages, y se resuelve el guirigay en el que se hallan inmersos.
Mientras esto ocurre, me voy a permitir criticar, en las escasas líneas que siguen, la deslealtad y el cinismo con el que –en mi opinión– vienen actuando desde hace meses –algunos incluso desde antes de las elecciones del 20 de diciembre del pasado año– determinados líderes territoriales del partido. En particular aquellos que han expresado por lo bajini o abiertamente sus reservas, cuando no su oposición declarada, a un posible pacto con Unidos Podemos y son presidentes de comunidades autónomas gracias al apoyo de los de Iglesias, Errejón, Garzón y compañía. Como es el caso de Fernández Vara, García Page, Lambán y Javier Fernandez. O como es el caso de la propia Susana Díaz, que fue presidenta gracias a IU y que trató de serlo, aunque sin conseguirlo, con el beneplácito de los de la formación morada en Andalucía. Y, sin embargo, ponen el grito en el cielo si su secretario general, Pedro Sánchez, hace algún amago de intentar entenderse con los podemitas para encontrar una salida a la situación de bloqueo institucional y constituir un gobierno alternativo al de los populares.
Dicen estos mismos barones del PSOE, y otros que no lo son, pero lo fueron en su día, que una fuerza política que solo cuenta con 85 diputados no puede gobernar, lo cual es rotundamente falso. Cosa distinta es que sea complicado y difícil, lo que no es lo mismo. Tan complicado y difícil como sería gobernar con 137 diputados e incluso con 170. En realidad, se puede conformar un ejecutivo con 85 diputados y hasta sin ninguno, encabezado por un ciudadano independiente que ni siquiera forme parte del Congreso, si las circunstancias obligasen y hubiera un razonable consenso para ello. La cuestión es que el aspirante a presidente sea capaz de concitar los apoyos necesarios tanto para ser investido como para poner en marcha una agenda de gobierno. Y en esto parece evidente que el Partido Socialista aventaja al PP, del mismo modo que Sánchez aventaja a Rajoy.
En cuanto al veto a la apertura siquiera de conversaciones con los independentistas, no puedo expresar sino mi perplejidad, mi desacuerdo y mi indignación. Puede tomarse como un insulto a la inteligencia de los ciudadanos las llamadas de atención y las advertencias de ciertos destacados dirigentes y exdirigentes del PSOE, que se las dan de responsables y de exhibir un gran sentido de estado, pero no paran de incurrir en demagogia y en una irresponsabilidad gravísima en lo que se refiere a este tema. No creo que a estas alturas de la película haga falta señalar a Sánchez y a su equipo negociador qué es lo que se puede pactar y qué es lo que no se puede pactar con el ahora llamado Partit Demòcrata  Catalá o con Esquerra Republicana de Catalunya. El discurso que niega el diálogo con estas fuerzas políticas –que, no lo olvidemos, representan, nos guste o no, una opción tan legítima como cualquier otra– es muy corto de miras. La experiencia nos demuestra que solo a través del diálogo –esencia de la democracia– cabe la esperanza de llegar a soluciones más o menos satisfactorias para los problemas políticos a los que nuestra sociedad se enfrenta.

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