La ciudadanía calla, oye y se las está viendo venir. Con cerca del año sin presidente del gobierno en su totalidad, vamos,con desgobierno, desde la Europa artificial, la babel del siglo XXI, como en su día la denominé, ya preparan sus misiles balísticos convertidos en todo tipo de artimañas, recortes, reformas e impuestos para cebarse con los países más precarios que la conforman, los endeudados, los hipotecados, los vendidos al mejor postor.
No le arriendo las ganancias al gobierno, tampoco a la oposición. Ambos deberán sacar a relucir esa muleta tan polémica hoy en el mundo de los toros, con la diestra y con la siniestra, para saber torear a lo Miguel Báez ‘Litri’, porque de otra manera se nos antoja que la emboscada de Europa -debilitada pero necesaria- va a poner firme a una España amenazada por muchas cuestiones, que no son solo económicas. Hace unos días pude oír a un Premio Nobel de Economía, extranjero pero hablando en perfecto castellano del problema principal que azotaba al mundo, y hablando desde el apartado que le tocaba decía lo siguiente: “Los ricos han aumentado de una manera sin límites. Por el contrario, el número de pobres los supera en todos los frentes y desde todos los terrenos”.
El índice de pobreza va en aumento, el índice de natalidad ha bajado de una manera considerable, España galopa cada vez más vieja, más impudiente y más desigual en todos los terrenos. Ante esta situación amables lectores, y no pretendo ser alarmista, vislumbro un camino difícil de enderezar, muy sinuoso, en el que las curvas lo convierten en interminable. Algunos sabedores de estos menesteres sitúan una posible mejora para 2020.
La juventud está preparada y formada,con estudios universitarios. Pero está harta de presentarse a oposiciones de todo tipo, de mandar curriculum aquí y allá y de viajar a este país y al otro para fregar platos como camareros, o no sé qué otro tipo de profesiones, honrosas, por supuesto. Uno no hace más que darle vueltas a la cabeza y observo la infelicidad del ser humano de nuestros tiempos. Aferrados a la rutina del discurrir del día a día, a un presente que se nos va de las manos con la mayor oquedad y que nos impulsa a continuar el mismo camino, sabiendo que no nos conduce a ninguna parte.
Brotan conatos bélicos, en una y otra parte del hemisferio, soberbias tensiones entre los países más poderosos, miedo en las calles y temor a lo que pueda ocurrir a nivel global. Se vive con el corazón en un puño, y como única válvula de escape, aferrarse a la mentira, a la indiferencia, el volver la espalda frente a la necesidad del necesitado. Se trata de descubrir otros planetas, otras galaxias, pero ni siquiera pensamos en descubrirnos a nosotros mismos. Lo dicho, y no me quiero salir de lo apuntado al inicio de esta columna, no las tenemos consigo, pero nadie aquí en España, cuando nos están apuntando desde Bruselas de la manera que a ellos les interesan para una ‘emboscada’.