Luis Miguel Morales | En la vida no hay que ser demasiado avispado para tener unas buenas entendederas. No es cuestión de más masa craneoencefálica, ni tener un master, ni mucho menos ser un lumbrera para entender que lo bueno es bueno y lo malo es malo. Ni haber estudiado en un colegio de pago.
Amigo Quique, en esta vida hay que saber vivir y dejar vivir. Así, sin más. Y parece que es ciertamente imposible. A ver.
Después de comprobar como la Semana Santa creaba puestos de trabajo, que la Motorada empieza a dejar las excelentes sensaciones del pasado, vuelto a toparme con otro golpe de realidad, el que me atormenta y me hace ser incrédulo de que un día por fin unos y otros nos dejarán estar simplemente satisfechos con uno mismo y con todo cuanto nos rodea.
Por acción o por omisión, el sino en el que parece estamos condenados, me despierta serias dudas de encontrar el camino correcto.
Después de los balances -siempre positivos- con los que estamos acostumbrados y nos apuntan desde Peral, el comercio y el turismo sigue con la brújula perdida y fuera de cobertura.
El hecho diferencial de continuar con la oferta portuense, la que nos caracteriza y nos distingue, ahora el torpedeo vuelve a la línea de flotación del problema con las trabas administrativas con las que se encuentran los emprendedores, los que solo encuentran buenas palabras y mejores bondades del político de turno en la teoría y que se frustra con la práctica en forma de tasas, impuestos y más lindezas inventadas y atrofiadas.
A dos semanas para que la Feria de Primavera inunde el real de Las Banderas, el centro intenta sacar la cabeza y traerse algo de rebujito y farolillos y continuar ofertando una oferta, otro fin de semana atractivo para todos. Imposible.
Cuando no hay un problema hay que inventarlo. Y aquí la máquina, algo debe de funcionar, lo hace las 24 horas y los 365 días del año.
Hasta aquí vas bien, no compañero Quique. ¿Vas entendiéndolo todo? ¿No hace falta ayuda, no? Bien. Sigo. Lo bueno siempre será bueno. Trabajar y dejar trabajar. Hartamente complicado visto lo visto.
Lo suyo, según algunos, es poner en aprietos al que no le da por chapar una puerta y entonar el “adiós muy buenas”.
El que todavía cree -iluso él- de que un día -otro más- esto cambiará -a peor- y dejarán al cainita de hacer de las suyas, arrinconado y excluido de los mandos de la nave. La rebelión de los malos está en marcha.
El lema del “cuando tú cobras, yo cobro” se impone a rajatablas en este bendito pueblo. Por siempre y por los siglos.
Y si la preferia ya ofrece problemas, en Las Banderas los caseteros están que echan humo con el aumento de la luz, que con una nueva tasa van a terminarlo por asfixiarlo.
Que negocios tengan además de fe en un mejor destino, apostar y en tener miras de mejoras, ya me parece de un mérito destacado.
El que choca contra un muro de intransigencia y de un ridículo espantoso. Y eso es malo, muy malo. Porque sabes de antemano que esto es un camino que no conduce a ningún sitio, solo el rodear un problema que no se arregla.
No es cuestión de tener un cociente extraordinario, es poseer la coherencia necesaria para discernir de lo que nos conviene o no. De lo que nos conviene y no. ¿Complicado? No sé.
La preferia, la suspendida, no va a tener balances oficiales, más bien más maniobras de distracción de la banda.
¿Sabes que el segundo es el mejor de los perdedores? ¿Tú me entiendes?
Pues eso, feliz Feria.
Quique Pedregal | Ay, Luismi. ¡Qué cantidad de frentes abiertos! De verdad que ya no sabe uno para dónde mirar. El caso, el asunto que nos ocupa, es el de dotar de actividades a la ciudad. Lo cojas por donde lo cojas, no hay manera.
Que digo yo que habrá que cumplir la normativa correspondiente. Que digo yo que habrá que pagar las tasas municipales exigidas. Que digo yo que habrá que abonar los seguros necesarios por ejercer una actividad en la vía pública…
Que digo yo que hace falta mayor implicación en que la ciudad, y mucho más el centro de la misma, rebose de alegría y felicidad. Está archidemostrado, y eso lo dicen los propios comerciantes y empresarios, que si se organizan eventos, laicos o religiosos, el tiempo acompaña, y la oferta es medianamente atractiva, las calles se ponen a rebosar.
Bendita Semana Santa, bendita cabalgata de Reyes Magos, benditas carrozas de Carnaval, bendita Motorada, bendito Corpus Christi, bendita festividad de la Patrona, bendita alfombra en su honor, bendita chocolatada del CCA, benditas zambombás navideñas, bendito helado solidario de Massimo, bendito Carnaval de Verano, bendita Virgen del Carmen, benditas procesiones extraordinarias, bendito puente de la Inmaculada, bendito día de Andalucía, benditas corridas en la Plaza Real, benditos conciertos en el coso, benditas preferias… Yo quiero muchas preferias y a todas horas.
Parece sencillo, ¿verdad? Pues más difícil lo hacen. Alfombra roja para todo aquel que quiera organizar un evento del tipo que sea. Que cumplan con la moralidad pertinente, las normas de convivencia, y los abonos correspondientes, y a juí. Pero no como la Feria, Luismi, que tienen a los caseteros en pie de guerra.
¿Te imaginas una Semana Santa sin pasos por las calles? ¿Te imaginas cómo se resentiría la hostelería y el comercio locales? Pregunta en El Juncal si el Soberano les ha beneficiado, pregunta en San Marcos si la Entrega no abarrota el barrio, pregunta en Las Galeras por la Virgen del Carmen… pregunta y verás.
Y el año que viene, seguimos igual. ¡Cuánto peligro tiene un barco sin timón! Lo que yo te diga.