Releyendo un interesante artículo del Profesor e Historiador de Arte, Miguel Ruíz Calvente, me encontré de nuevo con la Iglesia Parroquial de San Miguel, de Jaén, documentada ya en el siglo XIV y que dejó de funcionar como tal en 1843.
Su magnífica portada, al parecer de Vandelvira, se trasladó al patio del Museo de Jaén, donde hoy por hoy se aprecia de nuevo en todo su esplendor gracias al traslado del conjunto escultórico íbero de El Pajarillo, con motivo de la preparación de piezas para el futuro Museo Íbero.
En el espacio donde se ubicaba dicho templo medieval, en el Conjunto Histórico, también y a pesar del tiempo y la desidia, se han conservado algunos elementos arquitectónicos de interés.
Describe así Ruiz Calvente el ábside:
“un gran ábside de sillería irregular e iluminado en su testero por un ventanal de ladrillo de inspiración mudéjar, compuesto por un arco de medio punto abocinado enmarcado por un alfiz; en uno de sus lados también se ha conservado otro ventanal -este de traza gótico-mudéjar- , conformado por un arco apuntado cobijado por un alfiz, todo fabricado en ladrillo”.
También destaca el autor, en el momento de redacción de su trabajo, en junio de 1993 (Revista “Artes Oficios”, de la Escuela de Arte de Jaén) que, junto al ábside, en el lado de la Epístola,
“se alza una capilla de pobre factura en la que se veneraba en otro tiempo a la imagen de nuestra Señora del Socorro...”.
Hacia la calle Escalerillas se alza el muro de la sacristía e, incluso, se conserva parte de la torre, que se ubica entre las calles Hospital de la Misericordia (hoy Misericordia) y Cuesta de San Miguel.
Hace poco tiempo, tras el incendio que sufrió la puerta de acceso al recinto, muchos pudimos ver como se conservaban algunas ménsulas en ese gran espacio vacío que antes fue nave principal del templo
La puesta en valor de los restos de la iglesia de San Miguel es una reivindicación de décadas por parte de numerosos colectivos culturales y vecinales. Incluso se planteó como sede del Archivo Histórico Municipal y se adquirieron algunas casas por parte del municipio, como la que ocupaba la torre del primitivo templo. Pero, como tantas otras veces, todo quedó en un mero intento, en ese constante “quiero pero no puedo” que sume a nuestra ciudad vieja en un pozo sin fondo de nostalgias, lamentos, humillaciones y, más que vergüenzas, desvergüenzas.
El deterioro de lo que queda de San Miguel, que es de propiedad municipal, aumenta a pasos agigantados. La terrible imagen desde la calle Escalerillas de su ábside agrieteado, visto a través de las ruinas de una antigua bella casona, es premonitoria del fatal desenlace que se avecina ante la pasividad de unas administraciones públicas que adolecen de lo que hay que tener.
La manzana entera necesita una intervención de emergencia, con la consolidación de los restos conservados y, posteriormente, la búsqueda de un uso y su puesta a disposición de la ciudadanía para que puedan ser conocidos y divulgados. Una reproducción de la portada en el lugar donde se ubicaba originalmente podría ser el culmen de unas obras tan necesarias como justas para una ciudad que ya ha perdido demasiado.