Lo auténtico
¿QUÉ es un hombre auténtico? Hoy que tanto preocupa la autenticidad en tantos productos de marca, parece que a pocos inquieta esta cualidad en su propia persona.
La autenticidad va mucho más allá que la sinceridad -pues es posible ser sincero y no auténtico-, tiene mayor profundidad y superior rango. Si sinceridad es la adecuación entre lo que se piensa o se siente y lo que se dice, la autenticidad es la adecuación entre lo que se piensa, se dice y se hace y lo que se debe hacer. Por eso la educación en la autenticidad va tan ligada a la propia realización, que de ella dependen, en gran parte, los resultados de una vida integrada o identificada con el propio fin y la propia vocación.
Tanto escasea esta cualidad, y está tan cotizada hoy día porque es un hecho manifiesto que por un lado suele ir la conducta y por otro, los ideales. Y eso que nadie puede carecer de éstos; todos necesitamos esa guía interior que se apoya en la interiorización de una jerarquía de valores que nos sirve como punto de referencia de la conducta.
Gran parte de los problemas que aquejan al hombre están motivados porque no se tiene un cuadro interno de referencia, un ideal, una filosofía de vida que vaya en la misma línea de nuestra conducta habitual. Se trataría, ni más ni menos, que de llevar a la realidad de nuestra vida aquel principio de la moral personalista que dice que "hemos de acostumbrarnos a vivir como pensamos, pues de lo contrario acabaremos por pensar como vivimos."
Así, el hombre auténtico es aquél en el que la expresión de sus sentimientos, tendencias, voliciones, pensamientos y actuaciones procede directamente y en conformidad con su identidad íntima y esencial.
Los días del hombre no son una simple yuxtaposición de instantes, sino una historia y una trama que busca un sentido; sus tendencias y aspiraciones están destinadas a someterse al escrutinio de la conciencia que aprueba o rechaza. En este sentido, la autenticidad no puede expresar un contenido interior sin represiones, sino un ideal por conquistar, de acuerdo con el hombre integral que la fe y la razón dibujan en la conciencia.
"Cuando decimos y/o hacemos lo contrario de lo que pensamos, abrimos un abismo entre nosotros y la parte más noble que nos sustenta, nuestra propia mismidad, entre nosotros y entre aquellos que confiaban hallar en nuestra conducta un modelo para cincelar su propio deber ser, su cuadro de referencia interno", afirma Bernabé Tierno. Mas "la autenticidad educa por sí misma, motiva, convence e impulsa a acciones nobles, a la responsabilidad, al buen entendimiento, al diálogo y a la convivencia pacífica", continúa.
Oscar Wilde dejó escrito que "un hombre que aspira a ser algo separado de sí mismo -miembro del Parlamento, comerciante rico, juez o abogado célebre o algo igualmente aburrido- siempre logra lo que se propone. Este es su castigo. Quien codicia una máscara termina por vivir oculto tras ella."
La autenticidad es la expresión más genuina de la libertad interior, que nos hace vivir con plenitud y gozar de un encanto que atrae a los otros.
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