El grado de estupidez humana suele crecer a medida que te adentras en las cloacas más profundas de las redes sociales, donde observas las verdaderas caras del cinismo, disfrazado de españolito populista que abandera y distorsiona los valores tradicionales con ese enfoque patriótico contrario a la inmigración y muy atento a la ideología de género, entre otros.
Las plataformas sociales se han convertido en los verdaderos instrumentos de manipulación y captación de nuevos adeptos, creando constantemente líneas de “información” en base a hechos concretos que deriven siempre la responsabilidad hacia sus propios objetivos. Se crean batallas campales en torno a medias verdades, contadas siempre desde ese populismo irreal sin profundidad ni consciencia, sólo atendiendo a titulares que engendran ese odio desde un egoísmo patológico, que ante las circunstancias de crisis actuales está avanzando a una velocidad incontrolada, acercándose a ese punto de no retorno tan preocupante. La rabia e impotencia de la sociedad actual se está canalizando a través estos mensajes cargados de culpabilidad, con responsables muy concretos para lograr ese rédito político siempre presente en toda actividad que se genera.
Si nos paramos a observar detenidamente, si leemos con esa necesaria y bien entendida actitud crítica, podremos observar cómo se van marcando las líneas a seguir, como se van tejiendo los temas con finalidades que van desde la inmigración, homosexualidad, feminismo o todo lo relacionado con el profundo patriotismo, y siempre apoyados por hechos concretos e inconclusos bañados de rojo y amarillo, colores que por cierto han dejado de pertenecer a esta nación para ser seña identitaria del patriotismo mal entendido y confuso que llevan por bandera “los verdaderos salvadores de España”.
Es curioso cómo aflora ante las diferentes fuentes de información, con esa pasión desmesurada, confusa y egocéntrica manifiesta, todo un enjambre bien enfocado para “machacar”, humillar o denigrar al osado de pensamiento “libre de carga”, desbordando esa agresividad de insulto fácil ante la incapacidad lógica del diálogo. Es triste observar que un país democrático, eterno luchador por las libertades y respetuoso con el prójimo, ponga color a la piel para que dicha libertad pueda tener algún sentido.