Espeluznante, la decapitación del profesor francés Samuel Paty por enseñar lo que es la libertad de prensa y de expresión a sus alumnos de Educación Secundaria, es sencillamente espeluznante. Reporteros Sin Fronteras ha cifrado en 49 los periodistas asesinados, 389 encarcelados y 57 secuestrados sólo en 2019. Dos informaciones trágicas que nos avisan del peligro que corre la libertad de pensamiento y de expresión, dos escenarios interiores imprescindibles para cualquier ser humano.
El respeto a la libertad en cualquiera de sus expresiones es el eje fundamental de los Derechos Humanos y no deberíamos acostumbrarnos, insensibilizarnos, a las noticias de los atentados a la libertad, porque nuestra apatía abriría la puerta a su opuesto, la actitud y acción totalitaria. ¿Qué podemos hacer? En primer lugar ejercer la libertad y el respeto a la misma. En relación al ejercicio de la libertad es necesaria fortaleza interior, porque sin ella no pueden sostenerse los sueños, las aspiraciones, los principios e ideales, las convicciones o lo que nos dé la gana. Es decir, el ejercicio de la libertad necesita el respeto y la oportunidad del otro y la fuerza del corazón (o sea, coraje). Según la filósofa Delia Steinberg, generosidad y gratitud proporcionan la fortaleza interior necesaria para ese ejercicio de la libertad.
El respeto a la libertad de los demás es crucial, porque lo necesitamos para nosotros mismos y porque es la red que permite construir una sociedad del desarrollo humano. El respeto a la libertad de los demás no significa darles la razón a costa de la razón propia, sino poder combatir sus ideas, oponerse al fruto del ejercicio de su libertad, sin cercenar su dignidad ni su integridad, cuya mayor expresión es la vida misma. Raro es el día en que no leo comentarios y afirmaciones en redes sociales, en los que se traspasa la línea de defensa de las convicciones y se agrede de palabra a quien mantiene planteamientos diferentes, en personas de las que no hubiera sospechado en principio esa actitud.
Cuando lo que podemos hacer, ejercer la libertad y respetar la de los otros, no lo hacemos, o no lo hacemos plenamente, se facilita el camino hasta llegar a los extremos trágicos que mencionaba al principio. Cada paso justifica al siguiente hasta llegar al argumento necesario para que el fanático o desequilibrado cometa una barbaridad. El responsable de la muerte de Samuel Paty es su asesino, de tan sólo 18 años, pero en algún momento de su corta vida encontró en el entorno social -vivencial, mediático o virtual- la justificación de la terrible acción que iba a cometer.