Christopher Nolan es uno de los escasos ejemplos dentro del cine comercial contemporáneo en los que podemos decir abiertamente que “el director es la estrella”, a la usanza de
Hitchcock, Kubrick, Polanski, Tarantino, Miyazaki, Malik o Woody Allen, responsables de películas que tienes la necesidad de ver por el mero hecho de llevar su firma.
Sin embargo, no es un director que haya logrado el respaldo unánime de la crítica, pese al más que notable resultado de muchos de sus trabajos, en su mayoría adictivos, pero a causa de una sobredosis de artificio. Todo lo que nos ha contado ha sido siempre impresionante, deslumbrante, pero excediendo las necesidades narrativas en la búsqueda de una marca personal que terminaba por agotar al espectador, como ocurría en
Origen o Tenet, dos de sus trabajos más ambiciosos desde un punto de vista conceptual, pese a que, como demostró en
Memento, se puede deslumbrar en el plano narrativo sin parafernalia; basta con un buen guion y el suficiente talento para saber contar una historia.
Lo ha vuelto a demostrar con
Oppenheimer, que cuenta con un excelente guion, escrito por el propio Nolan a partir de la adaptación de la biografía del científico J. Robert Oppenheimer, publicada por Kai Bird y Martin J. Sherwin, y en la que reivindica una apreciable madurez como narrador, en tanto que parece concebida como una especie de liberación autorial con respecto a la artificiosidad del relato a la que tanto se abrazaba en buena parte de sus películas anteriores, a excepción de la contundente
Dunkerque.
De hecho, a excepción de los minutos iniciales, plagados de las recreaciones visuales que inundan y atormentan al protagonista, subrayadas por la abrasadora música de
Ludwig Göransson, y cierta caricaturización final del personaje del almirante Strauss, al que da vida
Robert Downey Jr., todo en esta película me parece sobresaliente, incluido el resto de la banda sonora de Göransson, la fotografía de
Hoyte van Hoytema, y por supuesto las excelentes interpretaciones de un reparto encabezado por
Cillian Murphy y Emily Blunt, y en el que destacan asimismo desde
Matt Damon a Florence Pugh. Por lo demás,
Oppenheimer no es un biopic al uso, aborda numerosos conflictos existenciales, salda deudas morales, mantiene las distancias con los personajes, pero por encima de todo está muy bien contada.