¿Por qué nos suenan tanto nombres como Albert Einstein, Isaac Newton, Santiago Ramón y Cajal o Louis Pasteur y no otros como Dorothy Crowfoot, Katherine Johnson, Mary Anderson o Grace Murray Hopper? El trabajo de investigación y los logros científicos no tendrían que tener menos crédito si llevan la firma de una mujer.
La mujer ha pasado mucho tiempo sin ser reconocida por parte de la comunidad científica. Afortunadamente, esta realidad está cambiando. En nuestros días la mujer cada vez tiene mayor reconocimiento en el ámbito científico e incluso hay varias mujeres que han sido una pieza fundamental en el desarrollo de la tan deseada vacuna contra la Covid-19.
En el siglo XI se fundaron las primeras universidades y las mujeres fueron excluidas de la educación universitaria porobvias razones como la desigualdad y el machismo de aquella época. Las mujeres solían trabajar en el campo como jornaleras, segadoras, lecheras o plantadoras, es decir, eran campesinas. Una minoría eran científicas o trabajaban en un ámbito relacionado. Además, aparte de ser pocas, no eran para nada reconocidas. Muchas grandes científicas tuvieron que hacerse pasar por hombres para asistir a la universidad o investigar. Otras vieron como sus trabajos eran menospreciados y como sus compañeros hombres recibían el mérito y reconocimiento a sus logros.
A pesar de todo esto, a lo largo de la historia las mujeres han aportado muchas ideas y conocimientos importantes a la ciencia. Tristemente, conocemos pocas de estas grandes científicas, en parte por culpa del eclipse en el que se han encontrado a lo largo de los años por parte de los hombres.
Algunas de estas mujeres son:
Margarita Salas, bioquímica española responsable del hallazgo de la ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29 y galardonada por ello por la Unesco.
Elizabeth Blackburn, bioquímica australiana y bióloga molecular por la Universidad de Cambridge, además de ganadora del Premio ‘Nobel de Medicina y Fisiología’ en 2009 gracias a su descubrimiento de la telomerasa, enzima que forma los telómeros durante la duplicación del ADN. Actualmente es profesora de biología y fisiología en la Universidad de San Francisco, en California.
Marie Curie, quizá la científica más popular. La física y química polaca fue la primera mujer en ganar elPremio Nobel de Físicaen 1903 por el descubrimiento de los elementos radiactivos. En 1911 ganaría el mismo galardón en Química, convirtiéndose en la primera persona en ganar dos premios Nobel y en dos disciplinas diferentes.
Las vacunas contra la COVID-19 basadas en genes -y no en proteínas- son una realidad gracias a las investigaciones de la bioquímica
Katalin Karikó y su llamado ‘ARN mensajero’, a pesar de que durante años le rechazaron constantemente financiación a estos estudios. Por este descubrimiento, parte de la comunidad científica la considera la “madre de la vacuna” contra el coronavirus.
UN HISTORIAL BORRADO
El
efecto Matilda es un prejuicio en contra de reconocer los logros de las mujeres científicas, y cuyo trabajo a menudo se atribuye a sus colegas masculinos. Este fenómeno fue descrito por primera vez por la sufragista y abolicionista Matilda Joslyn Gage en su ensayo, «La mujer como inventora».
A lo largo de la historia de la ciencia hay múltiples ejemplos de injusticias, robo de méritos, descubrimientos e inventos. En la antigüedad la palabra de los hombres era más creíble y se aprovechaban de eso, por ejemplo: Elizabeth Magie que inventó el Monopoly en 1904 pero un hombre llamado Charles Darrow reclamó una “versión de él como suya”, y vendió su juego a Parker Brothers. Este señor ganó millones por el juego que hoy conocemos como Monopoly, mientras que Magie sólo recibió 500 dólares.
Otro ejemplo es Lise Meitner. Lisa trabajaba con el químico Otto Hahn y entre los dos descubrieron la fisión nuclear en los años 30. Pero a ella se le negó el debido crédito porque era judía y refugiada mientras que a Hahn no. Otto Hahn ganó el Premio Nobel por esta obra sin dar créditos a Meitner.
Para hacer frente a esta disparidad y evitar nuevas injusticias existen varios colectivos. Entre ellos, la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas que con su campaña
#NoMoreMaltildasquiere recuperar los nombres y trabajos de mujeres como Inge Lehmann y sus estudios sobre el núcleo de la Tierra, Emmy Noether, con sus revolucionarias teorías de la física y madre del álgebra moderna o Marie Tharp y el primer mapa científico de todo el suelo oceánico. También luchan para que la vocación científica de muchas niñas no se apague por el instalado estereotipo de que la ciencia es cosa de hombres.
LA CARA OCULTA DE LA CIENCIA
El techo de cristal es una barrera invisible, muy difícil de sobrepasar, que dificulta que las mujeres, a pesar de tener la misma cualificación y méritos que sus compañeros, accedan a los altos puestos de poder de las organizaciones, la política y las empresas. Este techo de cristal se observa claramente en la rama científica.
Diversos estudios reflejan las dificultades que las mujeres encuentran en su ascenso en la carrera investigadora, en comparación con las de los hombres. Según unos informes de UNESCO del 2015 sobre la ciencia a nivel mundial sólo el 28% de los investigadores en el mundo son mujeres.
UN DÍA PARA RECORDAR
El 11 de febrero en el
Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia -que instauró la ONU en 2015- se pretende alcanzar la igualdad de género, con acceso y participación equitativa en esta materia. Una fecha que nos invita a recordar que el papel de la mujer en la ciencia ha sido y es fundamental. Que las niñas lo conozcan es vital para que cuenten con referentes en estas áreas que las ayuden a impulsar sus competencias y vocaciones, a no encontrar ningún límite al preguntarse hasta dónde pueden llegar. La ciencia es también cosa de mujeres.
Hablando de mujeres y de ciencia, para finalizar queremos puntualizar que en un futuro nos gustaría, como seguramente a muchas más, pertenecer a algún campo científico y que nuestro trabajo no se vea eclipsado como ha sucedido anteriormente. Queremos ser igual de importantes que cualquier hombre, que no se nos impida llegar hasta donde queramos llegar y que se valoren nuestros esfuerzos y aportaciones.