Córdoba volvió a respirar flamenco la noche del pasado sábado con la celebración, tres años después, de la XIII edición de la Noche Blanca del Flamenco. Mucho tiempo había pasado desde que Rosalía hiciera retumbar los cimientos de la Plaza de Toros de Los Califas en 2019 y la ciudad tenía ganas de volver a disfrutar del compás por algunos de los rincones más emblemáticos.
Primó la normalidad y el buen comportamiento desde el escenario de Las Tendillas donde se subió
Estrella Morente hasta los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos donde
Lin Cortés cerró la velada. Cientos de cordobeses se echaron a la calle para disfrutar del baile de
Chicharrón Flamenco, los ritmos de
Alfonso Linares, los acordes de
Hamid Ajbar, el talento de
Dani de Morón, el arte de '
El Farru' o la actuación de
José Valencia y Ezequiel Benítez en San Agustín.
Entrada la madrugada el Compás de San Francisco acogió a dos de los artistas más esperados:
Diego Amador y José María Bandera. La Corredera fue más
Argentina que nunca y las plazas Conde de Priego y del Potro vibraron con las voces de S
oleá Morente y la hija de Antonio Carmona,
Lucía Fernanda.
A la larga noche le esperaba el último pase, el del cantaor
Lin Cortés. El cordobés tiene una puesta en escena atrevida, un torrente de voz al alcance de muy pocos y una naturaleza propia, que invitan al público a quedarse hasta la última estrofa. Córdoba, ya fija la mirada en el festival de la guitarra pero con la sonrisa en la cara de la exultante, necesaria y exitosa noche blanca del flamenco.