Yo era un niño de 8 años cuando llegué a El Puerto, concretamente a Valdelagrana, y como todos los niños de esa edad que hemos vivido en este paraíso al otro lado del Guadalete cogía mi bicicleta y me ponía a explorar. Siempre que lo hacía tuve unos límites más allá de los cuales no pasaba: las vías del tren (motivos obvios), la Venta el Macka y la “U” de al lado del Bar Tadeo hacia el espigón. Creo que esos son los límites que tenemos los que vivimos en estos lares y no somos capaces de imaginar una Valdelagrana y un Puerto que los sobrepasen. Hasta ahora.
Ya cuando era algo más mayor cogía mi moto y exploraba el resto de la ciudad, palmo a palmo, para conocer la maravilla en la que estoy. Y es en esos paseos donde descubrí, con 14 años, un lugar maravilloso llamado Puerto Sherry, rodeado de barcos y puestas de sol de ensueño, con un pueblecito de colores lleno de gente que pasea y se toma un café en las terrazas, con las mejores vistas que nadie tiene de la Bahía… me enamoré de aquel sitio, me enamoré de Puerto Sherry.
Por eso, cuando he escuchado que una maravilla similar se va a construir y la vamos a poder disfrutar los portuenses que vivimos en Valdelagrana, en un enclave privilegiado como es el espigón, sólo he podido pensar “enhorabuena y gracias”. Enhorabuena a Germán Beardo por conseguir que el puerto de referencia para grandes yates de la Bahía se construya en Valdelagrana; gracias a Teófila Martínez por acordarse de nosotros y destinar los recursos de la APBC a hacernos soñar a los portuenses; y sobre todo millones de gracias a ambos por hacer que los que somos de Valdelagrana nos quitemos una barrera, una venda, un límite que nos impedía ver la joya que tenemos en ese espigón y cómo se va a transformar en el lugar que se merece.
El Puerto va a tener en Valdelagrana una marina para grandes yates que nos va a traer un turismo de primera categoría, que va a ponernos en valor como ciudad y que nos va a proyectar en el ámbito nacional e internacional a la altura de ciudades referentes como Palma o Marbella. Eso, que voy a tener al lado de casa, es lo que en Cádiz se dice “un bastinazo”.
Ojalá mis ojos de niño no hubieran tenido una barrera en la “U” o en la valla metálica del espigón, ojalá la hubiera tenido en un río convertido en una fuente de prosperidad y oportunidades. Que suerte y qué ilusión. Esperemos que en el largo plazo que nos queda para ver terminado este proyecto no venga alguien y nos la arrebate.