Hace tres décadas, cuatro almas intrépidas provenientes de un tranquilo pueblo en la provincia de Vicenza, Italia, se lanzaron a una audaz odisea gastronómica que transformaría para siempre la vida culinaria de El Puerto de Santa María. Con la jubilación de uno de los socios fundadores, Toni, la Pizzería Blanca Paloma persiste con dos socios, Luca y Vincenzo, quienes aún mantienen viva la llama de su sueño compartido.
Inspirados por su profundo amor por la tierra de Italia, decidieron dejar atrás su patria para cruzar fronteras y encontrar un nuevo hogar en El Puerto, un rincón que cautivó sus corazones. Fue un amigo que tenía una tienda de ropa en Cádiz quien, durante las vacaciones, les abrió el gusanillo de emprender y apostar por la comida italiana; en la provincia de Cádiz no había nada igual al proyecto que tenían en mente.
Con la proximidad del mar y una población, hoy por hoy, de alrededor de 100.000 habitantes, este lugar se convirtió en el sitio perfecto para dar vida a su visión culinaria. Poseían sed de aventura y anhelaban ofrecer la autenticidad de la cocina italiana, aquí asociada por aquel entonces, según nos cuentaVincenzo a la “comida infantil”.
Los fundadores de esta empresa, que ha perdurado en el tiempo, fueron confrontados con un camino lleno de desafíos. Con una experiencia limitada en la industria hostelera, se vieron obligados a aprenderlo todo: desde el arte de la cocina y la gestión de personal hasta la contabilidad y la administración de negocios. Lo que inició como una apuesta audaz se convirtió en ocasiones en un quebradero de cabeza, una aventura donde todo estaba por descubrir. Con el tiempo, se convirtieron en emprendedores, lo que les acarreó nuevos desafíos, como la creación de platos italianos auténticos en un entorno donde la comida italiana aún no había florecido.
Así, esta ciudad se transformó en su refugio y les ofreció invaluables tesoros a lo largo de su trayectoria. En su crecimiento, el éxito se alzó como un fiel compañero. El lugar donde habían decidido echar raíces les recompensó con vivencias y relatos únicos; encuentros que florecieron en relaciones familiares, e incluso bebés que, con el tiempo, pasaron a formar parte del equipo de trabajo.
Aunque enfrentaron dificultades en sus primeros años, su pasión por la mejora constante y la determinación para sorprender a sus clientes los impulsaron a seguir adelante. A pesar de la añoranza por su tierra natal, solo uno de los socios fundadores, Antonella, regresó a Italia. En su ausencia, Luca y Vincenzo recibieron a nuevos colaboradores y amigos, que se unieron al equipo y contribuyeron al funcionamiento de la empresa. A lo largo de estas tres décadas, la plantilla creció hasta alcanzar una cifra notable de 45 trabajadores.
La atmósfera, la hospitalidad y, por supuesto, la comida de calidad, han hecho de este restaurante un lugar de referencia. El espíritu emprendedor, la atención meticulosa a los detalles y el compromiso con la excelencia culinaria han sido su sello distintivo. La fórmula de éxito se basa en ofrecer productos de alta calidad, un servicio impecable y un ambiente acogedor. Han seguido una filosofía sencilla pero poderosa: proporcionar una experiencia culinaria única que atraiga a una clientela variada.
La Pizzería Blanca Paloma ha evolucionado y crecido a lo largo de los años, y su oferta ha sido la clave de su éxito. En la actualidad, la carta presenta una amplia variedad de platos italianos auténticos, con un énfasis en sus más de 15 especialidades de pasta y risotto. La diferencia radica en los ingredientes, procedentes de Italia y otros muchos locales, muchos de los cuales eran prácticamente desconocidos cuando llegaron. Hoy los italianos y portuenses la sienten como su casa. El restaurante ubicado en la carretera de Sanlúcar fue el primero que adquirieron; era una venta que poco a poco fueron adaptando a su modelo de negocio hasta conseguir lo que es hoy. Más tarde llegó el local de Puerto Sherry.