La indignación por el asesinato de Ignacio Uría ha vuelto a reabrir el debate sobre la permanencia de ANV, formación ilegalizada por el Supremo, al frente de numerosos ayuntamientos vascos. Hay que decir que la ira de los demócratas se acrecienta ante la imagen de Iñaki Errazkin, alcalde de Azpeitia, incapaz de condenar el vil asesinato de un convecino.
Pero no es tan fácil disolver un Ayuntamiento y el PP lo sabe bien. Su gesto de presentar una iniciativa en el Congreso, pidiendo la disolución, con el cuerpo de Uría todavía en el tanatorio y los ánimos calientes, puede darle votos, pero conviene recordar que vivimos en un Estado de Derecho y hay que cumplir las leyes.
Y la ley es muy escrupulosa y garantista en lo que a los votos ciudadanos se refiere, por lo que exige al Gobierno todo tipo de trámites antes de autorizarle a disolver una corporación municipal. En primer lugar, tiene que haberse dado una gestión gravemente dañosa y que suponga incumplimiento de las obligaciones constitucionales.
Este mismo año, en un informe de la Abogacía del Estado, se deja claro que para disolver se requiere que el apoyo al terrorismo sea grave y reiterado. También conviene recordar que el Tribunal Supremo no aceptó, como argumento para la ilegalización, la acusación del fiscal de que ANV no condenaba el terrorismo. Todo esto no significa que el ejecutivo de Zapatero no debe intentar poner en marcha todos los mecanismos legales posibles para tratar de echar a estos indeseables de los ayuntamientos vascos. Así lo anunció ayer la vicepresidenta De la Vega tras el Consejo de Ministros. Por eso, tal vez sería más eficaz y más rápido que las fuerzas políticas vascas, nacionalistas incluidos, dejen de mirar para otro lado y presenten mociones de censura en los municipios gobernados por ANV. Azpeitia es un ejemplo claro de la esquizofrenia de la política vasca: el PNV gana en 2007 las elecciones municipales a falta de un voto para la mayoría absoluta. Su socio en el gobierno de Vitoria, Eusko Alkartasuna, rompe el pacto de apoyar la lista más votada y le da la Alcaldía a Errazkin, que sólo tenía seis concejales, y cuyo primer acto oficial fue recordar a los miembros de ETA, huidos del pueblo, y a los presos de la organización. Lo que suponía un inequívoco aviso a los vecinos de quiénes eran los nuevos héroes locales. Queda la esperanza de que los vascos aprovechen la cita en las urnas del año próximo para decir ¡basta ya! con la fuerza de sus votos.