Ha documentado el trabajo de 17 artistas que desarrollaron su faceta pictórica en el Barroco, la nómina más completa de españolas de la Edad Moderna
Una investigación de la Universidad de Granada (UGR) ha destacado el papel de las pintoras granadinas de los siglos XVII y XVIII y ha documentado el trabajo de 17 artistas que desarrollaron su faceta pictórica en el Barroco, la nómina más completa de españolas de la Edad Moderna.
El trabajo de investigación realizado por la profesora del departamento de Historia del Arte de la Ana María Gómez Román recopila documentalmente los nombres de unas 17 artistas que desarrollaron su faceta pictórica en Granada a lo largo de los siglos del Barroco.
El estudio titulado "Ellas también fueron artistas. Mujeres pintoras de los siglos XVII y XVIII en Granada", ahonda sobre el perfil de considerable número de pintoras que tuvieron, en la medida de sus posibilidades, la oportunidad de desafiar las condiciones sociales de la época.
Las hay vinculadas a talleres familiares, otras tantas pertenecientes a las más altas esferas de la sociedad, también las que optaron por la vida contemplativa, y, por último, aquellas que a finales del siglo XVIII adquirieron un reconocimiento oficial de su obra por parte de las principales instituciones.
El estudio da visibilidad a una veintena de mujeres que desempeñaron una práctica que gremialmente estaba reservada a los hombres, por lo que ellas tuvieron que enfrentar vetos sociales pese a los que destacaron sobre algunos compañeros de profesión.
Entre las pintoras más señaladas destaca la figura de Mariana de la Cueva y Benavides (1623-1688), una artista ponderada que se abrió paso en el competitivo ámbito granadino del siglo XVII junto a Ana Heylan, María de Sevilla, hija del afamado pintor Juan de Sevilla; las hermanas Andrea y Claudia de Mena, hijas del escultor Pedro de Mena; o Manuela Isidora Antonia de Rueda hija del también pintor Jerónimo de Rueda Navarrete.
En el caso de Mariana de la Cueva practicó la pintura desde la seguridad de quien no necesitaba hacer un oficio de ello, dada su pertenencia a una de las familias más poderosas de Guadix, lo que le permitió gozar de una trayectoria vital bastante diferente a la del resto de sus coetáneas.
Buen ejemplo de su obra es el lienzo de San Francisco de Asís, arrodillado en meditación (1664) que se conserva en Madrid entre los fondos del Museo Nacional del Prado.