El Robinson Club Playa Granada organizó el pasado viernes una divertida fiesta al más puro estilo de Halloween
Lo más parecido a estar no sólo en otra ciudad, sino en otro país, es pasar una estancia en el Hotel Robinson Club Playa Granada. Si a esto le añadimos que se trata de la noche de Halloween, la experiencia puede ser muy enriquecedora.
Una de las bazas del Hotel Robinson ubicado en Motril es que hay una mezcla de huéspedes, que van desde alemanes, suizos, austríacos y, cada vez más, españoles. Todos conviven en armonía, aportando un punto de riqueza muy interesante. El hecho de que el personal hable en alemán y en español, no deja de sorprender a los que se alojan por primera vez en este establecimiento hotelero.
El pasado día 31 de octubre volvieron a sorprender con creces a sus huéspedes e invitados a pasar una noche de misterio y emociones. Una tradición como la de Halloween, que queda bastante más lejana para el público español, quedó el viernes bastante al descubierto. Los asistentes pudieron comprender cómo se trata de una noche en la que impera el buen humor, la ausencia de sentido del ridículo y muchas ganas de pasarlo bien. Y eso fue lo que ocurrió. Las personas que optaron por pasar la velada en este hotel de cuatro estrellas, se encontraron con una decoración única, nada comparable a ninguna de las fiestas que se realizaron en la comarca.
Un escenario y decoración de mucho nivel fueron completados por los personajes que parecían haber salido de ultratumba. Era el personal del hotel ataviado con trajes que conseguían un resultado terrorífico y que daban la bienvenida a un mundo desconocido, misterioso … Su inquietante presencia invitaba a una estancia en la que unas espectaculares mujeres con trajes góticos hacían muecas mientras que ofrecían amablemente unos cócteles de vodka o cava, “¡con ojos!”, como explicaban ellas mismas.
Un hacha con restos de 'sangre', huesos conformando un cadáver de altura, un jorobado y hasta un vampiro metido en un ataúd eran envueltos en una niebla de colores rojo y blanco.
Todo esto era la antesala del buffet donde pululaban seres aún más demoníacos, algunos protagonistas de películas internacionalmente conocidas. Hachas, murciélagos, gritos, arañas y muchas, muchísimas telarañas … El menú también estuvo a la altura de las circunstancias, con galletas simulando tumbas y carne simulando tiras ensangrentadas, prueba del crimen de algún psicópata. Los camareros, cocineros y, en general, todo el personal estaban disfrazados, algunos de manera irreconocible. Se colocaban en medio de las puertas, se acercaban con aire muy serio, todo para intimidar, antes de dar paso a una sonrisa.