Paco ya tira a canasta y con una sola mano. René ya completa el circuito de entrenamiento, bota perfectamente y entra a canasta. Fátima, una de las últimas incorporaciones de este año, ya está puliendo el tiro para dar un paso más. Hablamos con ella. Está encantada con formar parte de este grupo tras haber cambiado el fútbol por el baloncesto. “Lo que más me gusta es que no me aburro, y que cuando tengo unos días malos mi cabeza se despeja”, señala. Ellos son sólo tres de los 13 jugadores de baloncesto del equipo para personas con discapacidad intelectual del club UBJ (Unión Baloncesto Jerez), el primero que se pone en marcha en Jerez y prácticamente en la provincia. La lista de nuestros campeones la completan LuisFer, Jesús, Gonzalo, Jaime, Gonzalo P, David, Jorge, Carmen, Mario y Lalo, siempre bajo la atenta mirada de Asun, la entrenadora, y Adrián, el segundo entrenador y, por supuesto, de los voluntarios, una parte “vital” de este proyecto, cuya razón de ser pasa por “normalizar” la discapacidad.
Esta experiencia empezó hace poco más de un año, cuando el padre de Adrián, José María Martín, después de mucho tiempo intentando sacar este proyecto adelante, se puso en marcha y lanzó un anunció en Facebook pidiendo jugadores y voluntarios para hacerlo realidad. Asun, que lleva años colaborando con Aspanido y ha jugado al baloncesto “toda la vida”, acudió a la llamada como voluntaria y al final acabó quedándose como segunda entrenadora. El proyecto la atrapó tanto que este año ella es la capitana de estos “jugadores” porque como recalca, “no son ni niños, ni chicos, ni chavales, son jugadores de baloncesto”.
A la primera convocatoria vinieron diez y, a excepción de uno, todos aguantaron hasta el final de la temporada. En septiembre comenzaron la nueva con cuatro más que completan estos trece nombres, con integrantes de todas las edades: desde los treinta y poco de LuisFer hasta Mario, el benjamín de este equipo, que sólo tiene cinco años. Como recuerda, los primeros entrenos “fueron un caos”, porque eran muchos y la gran mayoría “no se conocían”. Muchos venían de Aspanido, Cedown y Afanas y todos se reencontraron en una cancha, la del Palacio Municipal de Deportes, en Chapín y, en definitiva, la cancha más integradora, en la que tener una discapacidad intelectual no es impedimento para seguir superándose día a día dentro de las posibilidades de cada uno. Y así se lo hace ver Asun a los padres, cuando desde la grada ven que les exigen “hasta cierto punto” para que vayan mejorando.
“Nosotros se lo decimos: es que esto es un equipo de baloncesto y no le tratamos de distinta forma porque tengan síndrome de down o autismo. Son jugadores de baloncesto y hacen lo que ellos: corren, botan, defienden... Algunos padres al principio incluso se sorprendían y nos decían que nunca habían visto correr a su hijo”, explica la entrenadora, que echando la vista atrás no puede evitar sacar una sonrisa cuando ve todo lo que han conseguido después de poco más de un año acudiendo a entrenar dos horas a la semana. “Hay algunos que no sabían ni correr, y eso ha sido lo primero. Ahora están botando con una mano y otra, las carreras son un poquito más intensas, empezamos a defender; ya vamos sacando cosas de equipo, ya no es aprender a botar y a correr, ya les exigimos”.
Lo mejor es ver esos progresos y que no dejan de sorprenderle. Son cosas que te llenan porque insistes todos los días. Eso al principio no lo veíamos y a lo mejor una persona que está fuera de este mundo no lo valora”. Pero esta aventura también está siendo una escuela de aprendizaje para los padres, que ya cada vez más se van a tomar un café durante los entrenos, en vez de quedarse en las gradas, alguna vez incluso por indicación de los entrenadores. “No están acostumbrados a romper ese lazo de unión que tienen, pero también están poniendo de su parte”, admite.
La dinámica siempre es la misma. Quedan quince minutos antes en la puerta. Y entran todos juntos. Cada uno lleva su botella, con su nombre, y una pieza de fruta. “Empezamos poniéndonos en el círculo central y recordando las normas básicas de respeto en el baloncesto”. Sin duda el momento preferido es al final de la sesión, cuanto entonan su grito de guerra: “1,2,3 ¡Equipooo!”, y chocan las manos. Luego salen todos juntos. Pero en este equipo también hay “exámenes”, aunque sin presión, sin nota, con la única finalidad de compartir experiencias y llegar a más personas. Eso fue lo que ocurrió en septiembre con el Torneo de la Vendimia que organiza el club UBJ, cuando jugaron un partido contra un grupo de chicos del grupo de actividades de Cedown. “Fue superespecial, acabé llorando de los nervios; los padres alucinaron”. Lo mejor de este encuentro es que el resultado fue lo de menos; es la esencia del deporte: la unión, la conexión.
En pocas ocasiones, como en este partido, los padres celebraban igualmente una canasta en la cancha de sus hijos y de sus adversarios. “No importa el resultado, sino que disfruten ellos, que pasen, que jueguen todos como equipo, que si están en el banquillo animen a los que están jugando, que disfruten los padres; son cosas que se pierden. Esa es la superación”, señala Asun. La experiencia fue tan bonita que esperan repetirla estas navidades y ya están en conversaciones con un equipo de Málaga de jugadores con discapacidad intelectual. Asun también entrena a un equipo de silla de ruedas dos días a la semana. De momento son dos jugadores, pero están abiertos a nuevas incorporaciones. “Chapín engancha”, reconoce divertida tras hacer un llamamiento para que se sumen voluntarios -lo ideal serían dos por jugador- y ayuda para conseguir una silla de rueda adaptada para baloncesto.
“
Necesitamos muchos voluntarios y estamos abiertos a recibir a más jugadores”
Asun y Adrián quieren visualizar su proyecto y tienen previsto hacer mesas informativas en el centro de Jerez para “captar” a más voluntarios, tanto para el equipo de discapacidad intelectual como el de silla de ruedas. También piden apoyo al Ayuntamiento de Jerez para visibilizar al máximo esta experiencia.