Las diferencias que existen actualmente entre la Junta de Andalucía y ayuntamientos gobernados por distinto signo al del ejecutivo autonómico no es algo que haya inventado el PP. Ya estaba ahí desde los tiempos del dinosaurio de Monterroso; es decir, durante las casi cuatro décadas que gobernó el PSOE, cuando ser alcalde popular era una pelea constante por conseguir fondos y apoyos a proyectos locales en los que tenía que intervenir o participar la propia Junta. Nada nuevo, pues, en mitad del paisaje del eterno desencuentro político entre las dos grandes siglas, sustento fundamental, por otro lado, de su razón de existir.
Sin embargo, lo que en algunos lugares se ha convertido en una cuestión de hábito político -el cuerpo a cuerpo dialéctico por culpa de un desagravio-, en el de Jerez roza ya la singularidad de lo excepcional, y puede terminar por apuntar a la Junta como principal sospechosa de este
Cluedo institucional en el que, según marca el dictamen del juego, ya sabemos quién es la víctima: la propia ciudad.
Pero, pongamos las cartas sobre la mesa. De un lado, los proyectos: el centro del motor, el museo del flamenco, el eje de Esteve, los senderos del Guadalete, la A-2003, el yacimiento de La Corta, el centro de interpretación del vino, la iluminación singular de edificios históricos y, por supuesto, los de #Juanmaloharía. Del otro, los invitados: delegados territoriales, consejeros y comisiones técnicas. Por último, los responsables de la mansión: la alcaldesa, sus delegados municipales y técnicos. Y una advertencia: a diferencia del juego de mesa, el procedimiento aquí se complica, ya que los sospechosos no se limitan a exculparse, sino que apuntan directamente al contrario, en un ejercicio constante de desconfianza que siempre remite a una lucha de poder, como si se prestaran a un combate que se terminará decidiendo a los puntos, cuando los ciudadanos acudan a las urnas.
De hecho, ése fue el primer movimiento de la Junta, cuando a escasos meses de las elecciones municipales de 2019, y casi recién consumada la alianza entre PP y Cs, decretó la inviabilidad del proyecto del centro del motor, de la que culpaba al Gobierno local por no cumplir ni los plazos ni los requisitos, aunque su verdadero error fue fiar su apuesta al amparo de un ejecutivo andaluz -¿lo creyó perenne?- en el que dejó de encontrar voces amigas que le atendieran por teléfono.
La otra gran alianza entre ambas instituciones, heredada del pasado, es la del Museo del Flamenco de Andalucía, que sigue su curso, tras algunos sobresaltos, y bajo el peso de una incertidumbre que no termina de despejar ninguna de las partes con sucesivos reproches que ahora tratan de limarse a nivel técnico, con lo que, hasta que no toquemos, no veremos.
No obstante, el desencuentro definitivo llegó de la mano de las obras del eje Esteve-Corredera y los famosos adoquines. La Junta mandó parar, la obra ha quedado a medio hacer, con la calle levantada, y el pulso proseguirá en los juzgados, mientras una parte esencial del centro de Jerez permanece estrangulada desde hace semanas. No cabe negarlo: es un proyecto que ha suscitado divergencias y controversias; es más, la Junta interviene a partir de una reclamación vecinal y después de que el proyecto modificara su diseño inicial en base a criterios más económicos que estéticos. Aún así, Urbanismo insiste en que se prestó a aceptar modificaciones y que la Junta, inamovible, las rechazó en favor del adoquín.
Pero no ha sido ese proyecto el que ha elevado las sospechas sobre la Junta, sino su decisión de retirar de la ITI el proyecto de senderos del río Guadalete, un día después de anunciar que respaldaba el proyecto de iluminación singular del centro -lo puso de ejemplo, aunque sonó a deferencia y crítica velada frente al caso de Esteve-. A sus argumentos los delata el hálito de una excusa a destiempo, pero, a lo peor, la desacreditan a partir de ahora dentro de esta pugna con Jerez, que tampoco se prevé sea la última, y que, sobre todo, alimenta un victimismo, ventajista en lo político para el PSOE, y siempre perjudicial para las aspiraciones de -ya saben- la quinta ciudad de Andalucía.