El Museo Carmen Thyssen de Málaga rescata las peculiaridades y la idiosincrasia del arte pop en España en su recién estrenada exposición. Mientras en países como Inglaterra o Estados Unidos reinaba el positivismo y se producía una irrupción de la cultura del consumo y que el mundo del arte canalizaba, España estaba sumida en la cerrazón del régimen franquista, pero a la vez empezaba a producirse una eclosión de este consumismo de masas derivado de los planes de desarrollo.
La presencia de esta corriente artística en España fue “marginal”, porque estaba filtrada por el realismo social fruto de la dictadura, explicó ayer el asesor científico de la exposición, Simón Marchán, a los presentes a la inauguración de Reflejos del pop, que reúne hasta el próximo 4 de septiembre un total de 40 obras de Luis Gordillo, Equipo Crónica, Eduardo Arroyo y Equipo Realidad. “Son años de una estética muy singular y en esta exposición nos aproximamos a esta etapa especial, protagonizada por la dictadura franquista, pero a la vez tiene lugar una leve apertura al exterior”, ha afirmado la directora artística del Museo Carmen Thyssen de Málaga y comisaria de Reflejos del pop, Lourdes Moreno.
Esta “primera tentativa” de ofrecer una visión parcial de este fenómeno plástico en nuestro país, en palabras de Marchán, concita un total de cuarenta obras creadas entre la década de los 60 y la de los 80. “Son los autores más representativos; los que mejor reflejan las corrientes internacionales del pop”, ha agregado Moreno.
Y es que a diferencia de EEUU o Europa, el pop no se desarrolla en España como un movimiento colectivo. De hecho, un reducido número de artistas adaptará los lenguajes y los códigos estéticos de autores internacionales, tales como Ronsenquist, Lichstenstein, Erró, Adami, Hockney, Rotella... a su producción.
El quinto aniversario del museo estará presidido por estos Reflejos del pop, que arranca con las piezas de Luis Gordillo, autor procedente del informalismo y que en el año 1962, a través de un viaje que realiza a Londres, se convertiría en el primer autor en introducir estas influencias en España. El psicoanálisis aflora en sus obras, así como la sonrisa estereotipada, hiératica para reproducir esa felicidad que irradia el mundo de la publicidad. Mano en ojo, Gran cabeza, Cabeza roja y Cabeza con franjas resumen estos postulados. En El cochecito, préstamo del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Gordillo toma el tema del automóvil en aquellos años en los que el 600, el conocido utilitario extendió la democratización del coche.
El discurso expositivo se detiene en la obra de Eduardo Arroyo, considerado uno de los principales representantes de la figuración crítica, fundamentalmente política y social. El creador se marcha a Francia en el año 1958 y se quedó allí veintitrés años. En el país galo contacta con el nuevo realismo y muestra su visión acerca del tratamiento mitológico de ciertos autores, tales como Miró o Duchamp.
Son comunes sus trabajos en serie en la propia obra, por ejemplo en Diferentes tipos de bigote reaccionario español o varios aspectos del sindicato de actividades diversas, como un “paralelismo con su propia personalidad”, ha detallado Lourdes Moreno. Su pasión por el boxeo está patente en La forza del destino: Kid Chocolate y sus creaciones son un reflejo de su malestar con España. El aislamiento que vivió fuera de su país natal debido a la dictadura franquista se ejemplifica en el imponente óleo sobre lienzo Robinson Crusoe (1965), proveniente del Instituto Valenciano de Arte Moderno (Ivam).
El mejor caballo del mundo, procedente de la colección de Caja Mediterráneo; Sí, sí, entraremos en el Mercado Común, de los fondos del Museo Reina Sofía, y Retrato Peintre, de La Caixa, son otras de las composiciones de Arroyo que pueden contemplarse en el Carmen Thyssen.