El reciente caso de las dos trabajadoras de Médicos Sin Fronteras secuestrados en Kenia o de la cooperante francesa muerta a manos de sus captores ha reabierto el debate de la seguridad de la acción comunitaria en las zonas de conflicto con más fuerza que nunca. La hermana Teresa, perteneciente a la Comunidad de los Sagrados Corazones de la parroquia de San Pablo, en San Telmo, donde desarrolla su labor tras veinte años entre El Congo y Mozambique, y Esther Herrera, una joven jerezana de 28 años licenciada en Ingeniería Industrial que ha regresado este verano de Nigeria tras trabajar como voluntaria nos cuentan sus experiencias y coinciden en que merece la pena asumir riesgos en aras de su misión humanitaria con los más desfavorecidos.
A sus 78 años, la hermana Teresa ha pasado los últimos veinte años de su vida entre El Congo, donde desarrolló su labor durante 17 años, y Mozambique, donde ha pasado una etapa “más serena” los últimos tres antes de volver a España para tratarse de una enfermedad de la que ahora se recupera. Sabe que no podrá volver más al epicentro de este tipo de acciones, pero mantiene un contacto constante con todo lo que dejó allí y de hecho reconoce que ya se ha comprado una radio para conseguir sintonizar a través de Francia el transcurso de las elecciones de El Congo que se celebran también este mes, incluso admite que todavía las seguirá más atenta que las de España por todo lo que ha vivido en casi veinte años.
Como relata ubicando con nostalgia los momentos que recuerda con tanto cariño a través de las fotografías, su última etapa en Mozambique le permitió convivir en “libertad de expresión” y “sin menos agresividad” en el cuidado de niñas cuyos padres sufrían sida, algunas incluso estaban infectadas, y ella y sus compañeras conocieron el significado de la Navidad gracias a la labor de esta congregación, que ahora está inmersa en la construcción de un orfanato para ellas, cuyas obras se encuentran casi en su recta final.
Por contra, su voz cambia cuando se refiere a los 17 años que pasó en El Congo, especialmente en determinados regímenes. “Se aprovechaban de cualquier circunstancia para la venganza. Hubo momentos de guerra, asesinatos...”. No obstante, durante su estancia allí sintió que su inseguridad venía claramente por su condición de blanca que por su causa religiosa. “Hubo un tiempo en que allí hemos estado moviéndonos con la metralleta encima todo el día sin saber cuándo apretarían el gatillo”. Sin embargo, pese a estar circunstancias, la hermana Teresa volvería a repetir y lo afirma sin dudarlo ni un segundo. “Por supuesto que merece la pena haber corrido estos riesgos por toda la gente de allí que te necesita y te va a agradecer lo que haces”. Eso sí,en su retina tiene la situación límite que se vivía en en El Congo con las denominadas “marchas de la muerte”, por las que nadie podría salir a la calle si no quería que su vida terminara en ese momento. Sin embargo, de la misma forma que no puede olvidarse de estos momentos terribles, también se muestra orgullosa de haber decidido quedarse y cumplir su misión de ayudar a los demás cuando sólo a los seis días de llegar la embajada les puso a disposición de ella y sus compañeras un avión para volver a España al temer por su integridad por el régimen de Maguto. “No salimos ninguna, salvo las latinoamericanas, sé de poquísimos casos que pese a estar en momentos difíciles han abandonado, porque cuando estás allí lo ves todo de otra manera. De hecho, en esos días mi familia llamó a la embajada para saber de mí, pero yo ni siquiera existía porque sólo habían pasado seis días y no me había dado tiempo a empadronarme”.
de jerez a nigeria
Esther Herrera y María Tirado partieron rumbo a Nigeria junto con otros 15 andaluces y dos ecuatorianos en el marco de un programa de voluntariado. Durante todo un año trabajaron para un orfanato recogiendo a niños que vivían en la calle. La experiencia, como describe Esther ha sido “impresionante” y tanto es así que apenas lleva unos meses en Jerez y ya está intentando volver a marcharse. “Ha sido duro por lo que nos encontrábamos, estuvimos sin luz y agua algunas veces, pero he aprendido muchísimo, sobre todo a abrirme al mundo y a acabar con los prejuicios que tienes cuando te informas de todo por televisión”.
Ni ella ni su compañera tuvieron ningún problema porque su zona, Calabar, no era especialmente conflictiva. Pero aún así, en la línea de la hermana Teresa, tienen claro que pese a los riesgos que se pudieran correr, merecería la pena por todo lo que se gana en esta experiencia. De hecho, como explica, pese a que le recomendaron moverse con cuidado, no lo dudaron ni un momento a la hora de moverse y desplazarse incluso a la zona norte de nigeria “cinco chicas solas”, pese a los consejos. “Allí en la zona norte están los musulmanes y en el sur los cristianos, todo está muy separado y entre ellos hay muchos prejuicios, pero nos dejábamos llevar; las carreteras estaban mal, podía haber pasado algo, pero también es un poco cuestión de suerte y a nosotras no nos pasó nada malo”.Pero su aventura no se ha quedado circunscrita a esos 12 meses que pasaron en Nigeria, a su vuelta ella y María han fundado Mme Ma Fi Calabar, unas asociación, cuya actividad puede conocerse mejor en el blog http://mmemaficalabar.wordpress.com/. y que ha tenido muy buena aceptación a pesar de que apenas lleva desde el verano funcionando. “A la vuelta y ahora nos acordamos muchos de los niños y de todo lo que dejamos allí y hemos decidido seguir trabajando desde aquí para enviarles fondos para seguir luchando por sacar a niños de la calle, con una persona que allí está trabajando desde una fundación”.
Por ello, con las cuotas y la recaudación de la venta de artesanía que confeccionan y venden en el Rastrillo de la Alameda vieja envían un dinero mensual para seguir colaborando.
Además, en todo este tiempo han desarrollado diferentes talleres (carteras de comics, bingo solidarios, charlas, videoforum, etc.) para empezar a concienciar a la gente de esta problemática. El balance no puede ser más positivo y ahora los esfuerzos de estas dos jóvenes se centran en que su proyecto de mejora de la calidad de vida de tantos niños en Nigeria salga adelante y, en los que a ellas respecta, su aportación no se quede relegada a la estancia de un año que pasaron allí. Voluntarios, cooperantes, misioneros...todos corren el riesgo de una u otra manera, estando en el lugar que en un momento dado no deberían estar o, simplemente, estando dispuestos a luchar por la supervivencia de los más necesitados a costa de su propia integridad.
La Diócesis tiene más de 40 misioneros por todo el mundo
La Diócesis Asidonia Jerez tiene en la actualidad más de 40 misioneros repartidos por todo el mundo entre religiosos y seglares en distintas misiones en Perú, Ecuador, Costa Rica, Indonesia, América, África, Asia, Oceanía, Filipinas, Puerto Rico y otros puntos del globo. Tal y como señala José María Rodríguez, delegado diocesano de misiones y director de obras misionales pontificias, el contacto que mantienen con estas personas es principalmente a través de correo electrónico. El procedimiento es el siguiente, como indica, una vez que llegan a sus destinos, es el obispo de la región donde van el que se hace cargo de ellos. Echando la vista atrás, recuerda muchos casos de misioneros que se han visto envueltos en conflictos graves y testimonios verdaderamente aterradores que después hacen extensible a los jerezanos a su vuelta en distintas charlas en asociaciones, institutos y colegios. “Ha habido casos de compañeros sacerdotes que han llegado a celebrar la eucaristía de los domingos con el ejército apuntándole por si decían algo en contra del Gobierno que no debían”. Sin embargo, como ocurre con los anteriores casos relatados, pese a recomendaciones expresas, “no suelen abandonar” y en casos verdaderamente extremos “abren las puertas a todo el mundo, sin distinguir religiones”. Desgraciadamente, como lamenta, en todo estos conflictos también hay un número de misioneros que han corrido peor suerte y que han sido encarcelados o se han dejado la vida en su causa por ayudar a los demás. Lo que está claro, como recalca, es que por muy complicado que se ponga el contexto internacional ellos no cesan en su empeño de permanecer allí hasta el final.