El festival de la canción por excelencia volvió a reivindicar su homenaje a la horterada en el que España quedó en penúltimo lugar
Cada año que pasa, el Festival de Eurovisión busca formas de reinventarse en un vano esfuerzo por modernizarse y dejar de ser el homenaje eterno a la horterada televisiva del Viejo Continente. Ayer no fue para menos. Más de lo mismo. No sorprendió para nada el disfraz que escondía la vieja maquinaria del caduco concurso, al que sólo le salva su legión de acérrimos seguidores y el atractivo de los votos. Arrasó Noruega, pero en realidad da igual. Las mismas canciones monótonas de siempre, las mismas falsas sonrisas y malas gracietas de sus presentadores y música enlatada en un guión que se repite uno y otro año sin adaptarse a los nuevos tiempos. Ñoñería en estado puro de un acontecimiento que no puede, ni tiene intención, de quitarse de encima la caspa de la que ha hecho su bandera. Y en este contexto, España sigue demostrando que es una de las potencias eurovisivas en hacer el ridículo. Tiene mucho mérito el penúltimo puesto de la histriónica Soraya, porque en este festival de música hay mucha competencia en ese campo. En la noche del sábado quedó más que patente. Porque si por algo se caracteriza Eurovisión es por ser una fábrica de éxitos veraniegos no natos. Un quiero y no puedo muy alejado de la ya de por sí patética industria musical moderna. La delegación española contribuyó a que la historia se repitiera una y otra vez, al igual que en la película Atrapado en el tiempo. La prepotente Soraya hizo bueno a Rodolfo Chikilicuatre, la sensación el pasado año. Eurovisión decide acabar este año con los frikis y resulta que premia más al personaje de Buenafuente, que quedó décimosexto con 55 puntos que a la supuesta cantante seria Soraya, que quedó penúltima, con 23. La canción española fue ciertamente de lo peor. Un rebujo de los fracasos más sonados de los últimos años, medio en español y medio en inglés. Pero, al final, lo importante es participar. “Me quedo con la experiencia que he vivido, los grandes amigos que he hecho y feliz porque ahora se me conoce en Europa”, dijo la cantante extremeña. Eso, y el ridículo.