Ningún medio de comunicación andaluz, excepto éste, ha estado presente en Madrid en el primero de los juicios contra la antigua cúpula de Abengoa, la antaño primera empresa de Andalucía que hoy aún lucha por sobrevivir tras salir con fórceps de la situación de preconcurso. Las crónicas de lo que dijeron sus dos protagonistas principales en la sala de vistas de la Audiencia Nacional, el expresidente Felipe
Benjumea y el exconsejero delegado, Manuel
Sánchez, y que han leído en
www.andaluciainformacion.es, adolecen de un comentario necesario sobre la dualidad acusadores-acusados.
Primero,
el fiscal José Perals, que estuvo muy suave con ambos directivos y les dejó hablar y explicarse ampliamente. También fue muy condescendiente el tono que Sánchez (nervioso y vehemente el lunes al asumir el papel de primer declarante) y Benjumea (que hizo un esfuerzo por aplacar su altanería y bajó al barro siendo incluso divulgativo en sus explicaciones) usaron con Perals. Claro que éste les pide 5 y, 4 años y tres meses, de cárcel a Benjumea y Sánchez, respectivamente.
Mención aparte merecen los abogados de las cinco acusaciones personadas en representación de accionistas y bonistas particulares.
Ninguno, tampoco los de la Plataforma de Perjudicados por Abengoa, fue capaz de articular un interrogatorio coherente, relevante y que lograra poner en algún tipo de aprieto a los acusados. Acusados que tenían además muy sólidamente armada su defensa asesorados por abogados penalistas de primer nivel, nivel al que desde luego no llegan -por lo visto en las dos primeras sesiones- los letrados acusadores.
La propia magistrada Ángela Murillo que preside el tribunal de tres jueces que juzga a los dos primeros ejecutivos, y tres exconsejeros (uno de ellos, expresidente también, Antonio Fornieles),
vapuleó a esos abogados anulando muchas de sus preguntas, criticando otras por no comprender para qué se hacían, y desesperándose por cuestiones sobre datos ya conocidos. Un caso de este calibre merecía unos acusadores a su altura.