Hace unos días se celebró el Día internacional de la fascinación por las plantas. La verdad es que el nombre no puede ser más acertado para honrar en estos tiempos a unos seres a los que tanto debemos y que en los descubrimientos casi a diario nos fascinan cada vez más. Nos fascinan desde como elaboran su aurea arquitectura con cálculos matemáticos de alta precisión, conformación de simetrías y colores dignas de los grandes pintores, enigmáticas esculturas inspiradas en el mimetismo, hasta esas formas de comunicación entre ellas e incluso con otros animales que hoy nos acercamos lentamente a comprender. Un mundo fascinante desde una simulada quietud y un simulado silencio.
Aquí lo celebramos con la presentación, en forma de libro, de ese jardín virtual que construimos durante el confinamiento entre un centenar de personas. Un acto recoleto en el mejor de los escenarios posible, el Jardín Botánico de la UMA. Mientras se desarrollaba este acto, la siempre intrépida Natalia Rojas visitaba una primavera más sus playas de Manilva. Cada año quiere testimoniar la presencia de una de las especies más amenazadas de nuestro litoral, la corimbosa Jasione. Por qué Linneo la bautizó como Jasione era un enigma resuelto hace poco, elevándola a uno de los más divinos significado, la Violeta de Júpiter.
La Jasione de Manilva es una diminuta planta que aparece caprichosa solo algunos años para dar en un corto plazo de tiempo unos sublimes corimbos de flores. Es tan efímera que tan solo en unos días produce sus frutos y semillas, para desaparecer misteriosamente hasta no se sabe cuándo. Parece como si en el mundo de las plantas, como en el arte, existe esa siempre enriquecedora y necesaria confrontación de ideas para avanzar. Así, frente al movimiento arbóreo que defiende el ‘bigest better’ se opone una ‘bauhaus’ vegetal que defiende que lo pequeño es hermoso. Buena prueba de ello es nuestra fascinante Jasione.