Cuando de pequeño viajaba cada verano hasta Málaga terminé por hacerme un itinerario con los nombres de todos los pueblos y ciudades que había que atravesar durante el trayecto. A medida que íbamos pasando por ellos los iba tachando. Era una especie de entretenimiento para hacer más llevaderas las casi tres horas de camino, ya fuese a través de Ronda -las menos- o de Campillos. Por entonces no solo había peores carreteras, sino que había que atravesar el interior de Villamartín, Algodonales, Olvera, Campillos y Antequera, donde comenzaba el ascenso y descenso de las Pedrizas, que hacía más interminable la llegada al destino. Con los años llegaron las circunvalaciones -dejabas a un lado cada municipio- y, gracias a la Expo, la autovía entre Antequera y Málaga, que redujeron a casi dos horas el trayecto.
La discriminación de la
provincia de Cádiz por carretera seguía siendo doble hasta entonces: solo había conexión por vía rápida con la provincia de Sevilla, pero a través de la
AP-4, y solo por carretera convencional hasta la de Málaga. El desdoble de la Jerez-Los Barrios suplió en cierta medida esa carencia, aunque no hizo olvidar la cada vez más creciente necesidad de desdoblar igualmente la conexión con Málaga a través de la Sierra; en primer lugar por una cuestión de seguridad, ya que algunos tramos concentran una alta tasa de accidentes debido a la peligrosidad del trazado; pero, también, por la “vertebración de los dos territorios”, como se defendió desde la Junta cuando se lanzó a prometer la ejecución de la autovía
Jerez-Antequera.
Este verano se han cumplido 14 años desde la inauguración del tramo entre
Jerez y Arcos, en los que se invirtieron algo más de cien millones de euros. Aquel mismo día, el entonces presidente de la
Junta,
Manuel Chaves, anunció la inmediata licitación del siguiente tramo, entre Bornos y Arcos, al que seguiría el de Bornos-Algodonales, cuyas inversiones superarían los 300 millones de euros y con la pretensión de iniciar las obras en 2009. Aquí habría que hacer una pausa para meter sonido de grillos o chicharras, porque lo único que se hizo en 2009 fue prometer que en 2010 se adjudicarían las obras del tramo hasta Bornos, y antes de 2012 las de Algodonales. Más sonido de chicharras, hasta 2019, fecha en la que el gobierno de “
Juanma lo haría” anunció el encargo de un estudio de viabilidad de la autovía entre Arcos y Antequera para acometer, buscar alternativas o descartar el proyecto.
Lo último que sabemos es que el
Pitma, el nuevo Plan de Infraestructuras y Transportes de la Junta hasta el año 2030, no incluye la ejecución de la autovía como prioridad, aunque sí plantea intervenir en algunos tramos de la A-384 con la ampliación de un tercer carril que ayude a descongestionar la circulación y a dotarlos de mayor seguridad para los usuarios, aunque hará poco por facilitar el flujo de mercancías por una carretera imprescindible para el tráfico pesado.
Admitamos la dificultad del proyecto del desdoble: por su extensión -unos 130 kilómetros- y por la orografía -en especial entre los términos de Algodonales y Olvera-, pero algo similar hubo que afrontar con la Jerez-Los Barrios, cuyo proyecto tuvo que ajustarse a la Directiva Europea de Habitats y establecer medidas compensatorias medioambientales y paisajísticas, y se hizo.
Está el precedente, y con él la voluntad, pero, de momento, habrá que aguardar otra década hasta que se tome una decisión en favor de una provincia siempre en la encrucijada, y la actual remite a un gobierno -el de la Junta- para el que no es una prioridad hacer una autovía necesaria, frente a otro gobierno -el central- cuya prioridad es cobrarnos por las que ya tenemos, en lo que no deja de ser un impuesto encubierto para atender las necesidades de su propia mala gestión.
Recurrir a la comparación con Europa para advertirnos de que debemos ser el único país que no cobra esa “tasa”, lejos de consolarnos, es una invitación a pedirles que se comparen también con las tasas de desempleo o los niveles educativos que tienen otros países europeos. En eso sí que estaríamos todos dispuestos a ganarles, aunque puede que, como la autovía hasta Antequera, tampoco lleguemos a verlo.