El portavoz de los talibán afganos, Zabihulá Mujahid, ha asegurado este sábado que el atentado suicida contra un restaurante de lujo libanés y muy frecuentado por extranjeros, situado en pleno distrito diplomático de Kabul, responde a la ofensiva aérea lanzada por la OTAN el pasado miércoles en la provincia de Parwan, en el este del país.
La Policía de Kabul ha elevado este sábado a 21 las víctimas mortales, incluidos 13 extranjeros. Entre los fallecidos hay cuatro trabajadores de la ONU, dos ciudadanos canadienses, uno de nacionalidad británica, el representante del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Afganistán, Wabel Abdalá, y varios civiles afganos.
A través de su perfil en la red social Twitter, Mujahid ha afirmado que el ataque pretende vengar el ataque aéreo perpetrado por la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF), que se cobró la vida de ocho civiles, siete de ellos niños, según el presidente de Afganistán, Hamid Karzai.
Poco después de conocerse el ataque, Karzai lo condenó y arremetió contra Estados Unidos, a quien recriminó que aún siga sin respetar la vida de los civiles afganos. La ISAF, en su defensa, adujo que la operación lanzada conjuntamente por la OTAN y las fuerzas especiales afganas se complicó cuando un grupo de insurgentes afganos comenzó a disparar.
Las fuerzas internacionales y locales abrieron fuego contra los milicianos y pidieron apoyo aéreo para frenar la respuesta armada que procedía, según explicó la ISAF en un comunicado, de "dos complejos". "Lamentablemente, murieron dos civiles que se encontraban en el interior de uno de los edificios desde donde los insurgentes disparaban", añadió la misión de la OTAN en Afganistán.
TENSIÓN Y VIOLENCIA CRECIENTES EN PERIODO PREELECTORAL
En este contexto, las fuerzas de la ISAF preparan su salida de Afganistán este año tras más de una década de combates contra la insurgencia talibán y de atentados diarios en distintos puntos del país.
Con las elecciones presidenciales previstas para el próximo mes de abril, la comunidad internacional mira con preocupación el repunte de la violencia en el país centroasiático, que deberá elegir al sucesor de Karzai.
Esta coyuntura ha propiciado que Estados Unidos haya insistido en los últimos meses al presidente afgano en pactar una alianza de seguridad bilateral para apoyar a las fuerzas de seguridad afganas en años siguientes a la salida de las tropas de la ISAF.
Karzai, no solo ha rechazado la propuesta, sino que ha urgido a Estados Unidos a replegar a sus soldados de las principales bases militares, enrocándose en su negativa a alargar cualquier presencia occidental en Afganistán, muy criticada por amplios sectores sociales y políticos afganos por el abultado balance de víctimas civiles en las operaciones contraterroristas ejecutadas por la ISAF y las fuerzas afganas.