Con Joe Biden ha llegado la buena onda al G7 tras el huracán Donald Trump, que arrasó en sus últimas cumbres dejando tras de sí una estela de melodrama, perplejidad y caras descompuestas entre los aliados tradicionales de Estados Unidos.
El presidente demócrata participa en su primera reunión del G7 desde que llegó a la Casa Blanca en enero pasado y con él este foro se ha convertido en un remanso de paz.
Sonrisas, aparente armonía, diplomacia tradicional... E incluso el sol ha salido este sábado en la lluviosa costa de Cornualles (el Reino Unido), donde se desarrolla la cumbre en la playa de Carbis Bay.
Nada que ver con la que quizás sea la mejor metáfora de un G7 con Trump: la famosa foto de la cumbre de 2018 en La Malbaie (Charlevoix, Canadá), donde el líder republicano aparecía sentado ante una mesa con los brazos cruzados, mirando retador a la canciller alemana, Angela Merkel, y a su homólogo francés, Emmanuel Macron.
ABSOLUTA DESCONEXIÓN CON TRUMP
Merkel, que al igual que el resto de responsables que rodeaba a Trump en esa instantánea estaba de pie, apoyaba sus brazos en la mesa con los ojos fijos en Trump y cara de pocos amigos, con Macron a su derecha, arqueando levemente las cejas.
Junto a Trump se encontraba el que fuera su asesor de seguridad nacional, John Bolton, y el entonces primer ministro japonés, Shinzo Abe, con los brazos cruzados y semblante serio.
Y es que quien todavía es considerado como el político más popular entre los votantes republicanos en su país sacudió este foro del multilateralismo al ponerse el mundo por montera y hacer ondear la bandera de EEUU dondequiera que fuera con su discurso de exaltación del patriotismo estadounidense.
Trump torpedeó la cumbre de Charlevoix antes, durante y después de su celebración, ya que previo a su traslado a Canadá anunció la imposición de aranceles a las importaciones de acero y aluminio, procedentes de Canadá, Europa y Japón.
Durante su participación en el encuentro las conversaciones discurrieron en medio de la tensión y el mandatario retiró el apoyo de su país al comunicado final de la reunión horas después de su conclusión.
Para colmo, Trump se dedicó a insultar a otros dirigentes del G7 a través de su medio de comunicación favorito, su cuenta de Twitter, suspendida tras el asalto al Capitolio de EEUU del pasado enero.
El blanco de su ira tuitera fue el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, al que calificó de "sumiso", "deshonesto" y "débil".
Antes de la inauguración de la cumbre, Macron ya había visto el desastre que se avecinaba y aconsejó simplemente ignorarle.
Ningún líder "vive para siempre", apuntaba el mandatario galo, recordando que algún día su estancia en la Casa Blanca terminaría y que las relaciones entre EEUU y el resto de sus aliados volverían a la normalidad.
MERKEL Y TRUMP, DOS PERSONALIDADES INCOMPATIBLES
Con Merkel, la absoluta falta de sintonía entre sus personalidades quedó patente desde que se conocieron en una reunión bilateral que mantuvieron en la Casa Blanca en marzo de 2017.
En aquella ocasión las cámaras captaron numerosas muestras de tensión entre ambos, incluido un incómodo momento en el Despacho Oval, cuando Merkel le preguntó a Trump si quería darle la mano ante los fotógrafos y el presidente estadounidense no respondió.
Y esa falta de conexión siguió apreciándose en situaciones posteriores; prueba de ello es la famosa foto de Charlevoix.
Un año antes de la reunión en Canadá, Trump ya había dado la nota discordante en la primera cumbre del G7 en la que participó, la de Taormina (Italia), a los pocos meses de su llegada a la Casa Blanca.
Otra anécdota da fe de las discrepancias entre el estadounidense y el resto del grupo.
Poco después de posar para la foto de familia de la cumbre en el teatro griego de Taormina, los dirigentes pasearon por el municipio italiano sin Trump, quien decidió no unirse al resto de sus socios para subirse a un coche de golf para alcanzar un mirador.
Pese a estos precedentes, una versión más "zen" del republicano pudo verse en la cumbre del G7 de 2019 en Biarritz (Francia), aunque las discrepancias con los miembros del grupo persistieron sobre los asuntos tratados.
Aquí, Trump mostró una versión menos incendiaria de sí mismo quizás por los esfuerzos del anfitrión, Macron, quien tiró de mano izquierda para lidiar con el presidente estadounidense.
"Creo que con Trump funciona la relación directa, la explicación respetuosa y la construcción de compromisos eficaces", señalaba el jefe de Estado francés en aquella ocasión.
No obstante, el mandatario estadounidense hizo alguna de las suyas, como cuando dio a entender que era gracias a él que los fabricantes japoneses de automóviles habían construido fábricas en su país. En aquel entonces había once que existían desde antes de su llegada al cargo.
CON BIDEN: "PARECE QUE SE GUSTAN LOS UNOS A LOS OTROS"
Dos años han pasado tras la cumbre de Biarritz y entremedias se ha producido una pandemia, que aparte de provocar la cancelación de la reunión del G7 en EEUU ha sido uno de los factores que se ha llevado por delante a Trump.
Ahora, con un nuevo inquilino en la Casa Blanca, el encuentro del G7 ha vuelto a ser lo que era, con un presidente estadounidense, Joe Biden, que se afana en convencer a los aliados de que EEUU es de fiar y que apuesta por el multilateralismo.
Por el momento parece que no ha habido grandes desencuentros entre Biden y sus interlocutores en Carbis Bay, entre los que figuran Macrón, Merkel y Trudeau, además de los primeros ministros del Reino Unido, Boris Johnson; Italia, Mario Draghi, y de Japón, Yoshihide Suga; así como de los responsables de la Unión Europea, Ursula von der Leyen y Charles Michel.
De hecho, como aseguraba este sábado un funcionario de la Casa Blanca a los periodistas, "parece que los líderes se gustan los unos a los otros".