A punto de cumplir un año al frente de la presidencia del PP de Cádiz,
el balance de sus primeros once meses es desastroso. Pero Ana Mestre ha vuelto a la casilla de salida por las consecuencias de los dos sucesos protagonizados por Andrés Núñez y Antonio Saldaña, que han marcado su andadura como máxima responsable de la formación, y
disfruta de una segunda oportunidad, cosa rara en política, para llevar a cabo la reconstrucción del partido.
La también delegada del Gobierno de la Junta en la provincia
se encontró con un PP abierto en canal tras el congreso nacional, hundido electoralmente y sobrepasado por Vox, descapitalizado por la resistencia a dar un paso al lado de figuras históricas pero amortizadas como Antonio Sanz, Teófila Martínez o María José García-Pelayo, sin banquillo y
con las tradicionales tensiones territoriales en un punto de máxima ebullición.
Saldaña no asumió su salida de las listas para el Parlamento andaluz y García-Pelayo forzó que asumiera la portavocía en Diputación. Mestre aceptó esta hipoteca pero, a cambio, tuvo cierta libertad para conformar su equipo en el partido,
colocando a Andrés Núñez como secretario general.
Justo
el número dos del partido dio el primer dolor de cabeza, con un feo asunto que acabó en los juzgados con una denuncia por presuntos malos tratos que finalmente fue archivada. Para entonces, la dirección provincial ya había retirado la confianza a Núñez y éste
renunció a todos sus cargos.
Solo unos meses después,
Saldaña fue noticia por conducir ebrio y acabar denunciado por triplicar la tasa de alcohol y golpear con su coche a otros tres vehículos en una aciaga tarde que ha provocado la crisis más grave que se recuerda en Cádiz. García-Pelayo dio la batalla desde el primer momento para evitar que el líder del PP de Jerez asumiera responsabilidades y se opuso ferozmente a que acatara la orden de dimitir, dada por la dirección provincial con el respaldo de Sevilla y Madrid. Finalmente, y aun
sin aclarar los motivos (quién y por qué intervino a su favor), Saldaña renunció a la portavocía de Diputación pero se mantiene al frente del proyecto local.
La autoridad de Mestre ha sido cuestionada. Hasta el punto de que
ha evitado más experimentos, ha aprovechado la debilidad del PP de Jerez, y ha rescatado a José Loaiza para liderar el grupo en la institución provincial. Loaiza es valor seguro, veterano político, conoce perfectamente Diputación, que presidió entre 2011 y 2015, y conoce el partido de memoria, además de mantener buenas relaciones con la mayor parte de la estructura local en la provincia.
Cuenta, además, con el respaldo de Madrid y parece haber recuperado la confianza de la dirección regional.
La clave está en si tendrá libertad o no para trabajar y si, aunque no asuma la secretaría general, vacante todavía, ejercerá como tal. El partido necesita un trabajo territorial intenso, pero también de coordinación entre diputados nacionales, autonómicos, provinciales, presidentes locales y Junta de Andalucía.
La gestión al frente del Gobierno autonómico es solvente pero Mestre sigue sin ser protagonista del debate público. No marca la agenda.
García-Pelayo y Saldaña no han dicho la última palabra porque ni uno ni otro tienen el peso específico de otrora y no lo aceptarán. De hecho,
Isabel Paredes, delegada territorial de Salud, y Agustín Muñoz, director general de Emergencias y Protección Civil de la Junta, son las dos figuras de referencia del PP de Jerez actualmente. El grupo municipal también está dividido, después de que Saldaña amenazara con hacerlo saltar por los aires si se veía obligado a dejar sus cargos. Y
la formación debe afrontar la renovación de sus órganos directivos de manera inminente.
Mestre depende, al fin, de sí misma. Si mantiene a raya las ambiciones de García-Pelayo y Saldaña y confía en su reforzado equipo con Loaiza, sellando al tiempo alianzas con valores emergentes como Germán Beardo, y la nueva hornada de alcaldes, y reforzando el papel de los presidentes locales, diputados y senadores,
tal vez pueda aspirar a que el PP recupere el lugar arrebatado por Vox.