Lo que estaba transcurriendo como una velada tranquila para un grupo de amigos -cuatro chicas y tres chicos- en una azotea, se torció, y de que manera, en torno a las cuatro de la mañana cuando un individuo trepó por un árbol del mobiliario urbano del Centro Comercial Abierto y se coló sin invitación en la celebración.
Los hechos tuvieron lugar hace dos semanas en una casa situada en la calle San Rafael en la intersección de la esquina con la calle Santa Teresa. La vivienda da justo encima de una conocida panadería isleña.
La noche estaba transcurriendo con total normalidad para estos siete jóvenes, una de ellas hija de la propietaria de la casa, cuando pasadas las tres y media de la mañana oyeron gritos que se estaban produciendo en plena calle San Rafael. Al asomarse por el pretil de la azotea comprobaron la presencia de un joven que deambulaba en plena calle completamente desnudo.
Una de las jóvenes presentes lo reconoció de su época de estudiante y entre todos los asistentes le convencieron desde arriba para que se pusiese la ropa. Todo pareció quedar ahí y los jóvenes retomaron la barbacoa que estaban celebrando cuando oyeron ruidos por la fachada y comprobaron como el joven en cuestión de segundos había logrado trepar hasta la azotea aprovechando la presencia del árbol. Para impedir que se cayera al vacío, lo metieron para dentro de la azotea y la sorpresa de ellos llegó cuando, el individuo, que estaba exaltado y muy nervioso, comenzó a arremeter contra todo lo que vio a su paso hasta destrozar la azotea. Finalmente consiguieron reducirlo.
Ellos llamaron a la Policía sin que hiciese acto de presencia, mientras que un vecino que presenció la escena llamó a una ambulancia para intentar tranquilizar al joven. Finalmente, la hija de la dueña de la casa pudo parar a un coche de la Policía Nacional, que se encontraba patrullando, y sacaron a dicha persona de la casa, si bien a renglón seguido le dejaron marchar.
Que cambien la maceta
La joven ha puesto la correspondiente denuncia por los hechos, aunque la principal preocupación de la madre, que prefiere mantenerse en el anonimato, es el temor que tanto ella como su hija, que viven solas, vuelvan a vivir un episodio similar dadas las facilidades que el árbol ofrece a aquellos que tengan la intención de colarse en la casa. Es por ello que reclaman un cambio de ubicación del macetero.