Es imposible transitar por el sendero del Carrascón sin que alguien haga la observación de rigor, conociendo que quien lleva la cámara trabaja para un medio de comunicación local. Se trata del sendero más concurrido, tanto por familias como por personas que hacen deporte, corriendo o en bicicleta.
Es lo lógico tratándose, al contrario que otros senderos a los que hay que trasladarse en algún tipo de vehículo, como de una ampliación de la ciudad, un añadido en el que la belleza natural es el principal activo. Entre otros muchos.
El problema es que se ha trasladado a ese sendero, ahora de una forma escandalosa, la lacra que sufre toda la ciudad. Las mierdas de los perros se alinean sobre todo en las entradas del sendero, que son de los perros que llevan allí por la noche. Pero en general todo el sendero está sembrado de minas, la mayoría a los lados, pero otras en todo el centro.
Las partes más cercanas a la ciudad, obviamente, son la que peor paradas salen. Así que la observación de rigor es siempre la misma:
-Saque usted las mierdas de perros en el periódico, a ver si hacen algo.
Entre otras cosas porque hay que elegir entre contemplar la belleza del paisaje o pisar una mierda. No harán nada. Pero a la belleza del paisaje le ha salido y grano cada vez más grande. Señal de que la perfección no existe.