Un año después de que las islas griegas vieran llegar a diario miles de personas en frágiles botes, la mirada de la opinión pública internacional se ha alejado de esta parte del mundo, y aunque los arribos han descendido notablemente, no por ello la tragedia humana ha terminado.
La asociación sin ánimo de lucro española ProemAid, que desde diciembre de 2015 ayudó a salvar miles de vidas en el mar Egeo y se tuvo que retirar al finalizar el verano por falta de recursos, vuelve la semana próxima a la isla de Lesbos.
"Volvemos no porque las autoridades estén desbordadas, sino porque están usando a estas personas como moneda de cambio", dice en entrevista telefónica con Efe el presidente de ProemAid, José Antonio -"Onio"- Reina pocos días antes de emprender esta segunda etapa en Lesbos.
"La Unión Europea (UE) no va a dar visados a los ciudadanos turcos, ni tampoco el dinero que prometió (para mantener a los millones de refugiados que se encuentran allí)", explica.
Y "el presidente turco ha respondido con la amenaza de que si la UE no cumple el trato, él no tiene porque estar aguantando el problema y por eso el peligro de la entrada masiva de refugiados sigue allí", argumenta.
Por ello, los voluntarios de Sevilla han optado por estar allí el día en que se produzca una nueva tragedia. "No queremos verlo desde aquí, sino estar allí para evitar que se ahoguen", añade.
Desde que se marcharon de Lesbos en otoño, este equipo de voluntarios, en el que participan bomberos, socorristas, buzos profesionales, personal de salvamento marítimo y sanitario, han logrado recaudar solo 10.000 de los 95.000 euros que se habían puesto como meta.
Es lo justo para poder trabajar con lo mínimo durante tres meses, confiesa Reina, que reconoce que le resulta "desesperante sentir la pasividad del resto del mundo hacia un problema tan grande".
Lamenta que no hayan podido comprar los dos motores para el barco que tienen en dique seco en Sevilla, "montado sobre dos caballetes cuando podría ofrecer un servicio fantástico".
"Es una pena, pero no hemos encontrado a nadie que nos done los dos motores o nos los compre", dice Reina, quien, lejos de caer en el pesimismo, confía en que una vez in situ "la gente se anime" y se implique con ayuda o haciéndose socia.
De momento, el proyecto consistirá en regresar con un equipo mínimo de cuatro personas que se irá relevando cada dos semanas y que no solo se limite a tareas de rescate, sino a ofrecer servicios a las ONG que operan en la isla, por ejemplo, ayudando a repartir comida o haciendo muebles para los campamentos.
En verano pasado, ProemAid organizó un proyecto de clases de natación para que los niños refugiados perdieran el miedo a un medio hostil como el agua, con el que solo asociaban el trauma.
Ahora, la idea es volver a implicarse con los niños, y según explica Reina, la asociación ofrecerá a la ONG Pipka, con la que colaboraron en el programa de natación, montar un parque recreativo con cuerdas, puentes, pasamanos y gincanas en la que los pequeños puedan pasarlo bien.
Además, van a contar con un coche y dos caravanas cedidas por la asociación catalana Amb les Teves Mans, una de las cuales servirá como biblioteca ambulante para los campos de refugiados y la segunda, como lugar en el que el equipo pueda resguardarse del frío cuando haga sus guardias.
Reina está preparado para el frío que se avecina, ya lo vivió en carne propia el año pasado, pero peor lo pasan los refugiados.
Aunque reconoce que hay días en los que tiene poca fuerza, le impulsa pensar que "nos podría tocar a nosotros". "Tengo un niño, podría ser yo el que está en el bote, y él muerto de frío", dice.
La historia de "Onio" Reina es la del niño que hace realidad el sueño de ser bombero por un trauma vivido en carne propia.
Con cuatro años, la edad que ahora tiene su hijo, sufrió junto a su familia un accidente de coche. Mientras estaba atrapado en el vehículo, recuerda cómo se le acercó un bombero y le dijo: "tranquilo, no te va a pasar nada".
Su madre le cuenta que a partir de ese momento siempre quiso ser bombero y, de hecho, con 13 años ya empezó a hacer los primeros entrenamientos hasta sumar unas 2.700 horas de cursos de formación de rescate y bomberos.
Sin embargo, la vocación de ayudar, confiesa, le viene de su madre que ya desde pequeños les inculcó a él y a sus dos hermanos que hay que ayudar al que lo necesite.
"Hay que ayudar para cuando toque, por mucho que creas que nunca vas a necesitar la ayuda de alguien, siempre hace falta, y al final recogerás lo que habrás sembrado", sostiene Reina.
Por eso, si pudiera pedirle a los Reyes una utopía, sería la de que le trajera al mundo las "gafas que necesitan para ver todo lo que no ven".
"No es comprensible que hoy en día, cuando, a diferencia de la II Guerra Mundial en que muchos dijeron que no sabían lo que estaba ocurriendo a su alrededor, todo se vive en tiempo real, la gente no vea la desesperanza, la desidia y las matanzas".
Esa mentalidad distinta es la que a diario le sirve de motor para seguir adelante.