Me alegró saber que el inicio de la enésima campaña electoral coincidiera con Halloween. En nuestras ciudades y pueblos, justo cuando el atardecer se tornaba noche, cuando la oscuridad se colaba en las tétricas esquinas de nuestras calles, coincidieron, como cuando se alinean los astros, personas normales disfrazadas de maquiavélicos monstruos, con maquiavélicos monstruos disfrazados de personas normales pegando carteles con lemas vacíos como sus cabezas huecas. Me tiemblan las piernas, me orino encima, me crujen las puertas del alma…
Lo sé, la política es algo muy serio que la practican payasos tristes embadurnados en trajes rebajados con dinero público. Lo sé, no debo insultar a nuestros representantes en ayuntamientos, diputaciones, parlamentos, congresos y senados. Lo sé, pero les insulto porque soy un maleducado. Les insulto porque se dedican a insultarme. Les insulto porque me amodorra su constante estulticia enaltecida por estómagos agradecidos. Les insulto, sencillamente, porque les conozco.
Pero retomando el tema principal de esta mierda de artículo, lo que más miedo me da, lo que me produce un pavor casi insoportable, lo que me hace cerrar los ojos para abrirlos y sentir que todo fue una puta pesadilla, es la ignorancia. Ignorancia siempre presente pero que aflora con fuerza con la llegada de cualquier comicio electoral. Más ahora con temas tan sugerentes en boca de todos como Cataluña y la exhumación del cuerpo putrefacto del que fuera dictador de estas tierras, Francisco Franco Bahamontes.
Y es que se me pone cara de replicante, al más puro estilo de Roy Batty en
Blade Runner. He visto cosas que ustedes no creerían. No he visto naves de ataque en llamas más allá del cinturón de
Orión. No he visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de
Tannhäuser, pero sí he visto la estupidez fornicar con la gilipollez en boca de seres humanos, algunos conocidos, sobre todo en eso que llaman redes sociales. He visto llorar a las neuronas. He visto lo fácil que es fusilar a la inteligencia. Es la ignorancia la que alimenta a esos monstruos que ahora nos piden su voto. Sus equipos de campaña lo saben. Mienten, todos, y les da igual, porque muchos son los que les creen. Hay uno que promulga los valores de la familia cuyo estado civil es divorciado. Escupe bilis contra los inmigrantes porque “cobran ayuda sin cotizar” cuando él no ha trabajado en la vida (al igual que la mayoría de los candidatos). Otro dice que su partido mira hacia la izquierda, con lo cual refleja que está a la derecha. También está el que despotricaba contra los políticos que se alejaban del pueblo al vivir en áticos de lujo pero que a la mínima se hizo con un chalet que ni en tres vidas ahorrando podría comprarse la mayoría de los españoles. Luego está otro con títulos falsos, otro adictos que en su programa no llevan nada sobre legalizar las drogas, por no hablar de los nacionalistas que insultan a otros por ser también nacionalistas, sin perder de vista a gente de izquierda que piden memoria para las víctimas de Franco y olvido con las de ETA, y gente de derechas que dicen ni olvido ni perdón con ETA pero que hay que mirar al frente y dejar de sacar represaliados por el dictador amanerado de las cunetas.
En definitiva, miedo me da todo esto. La verdadera película de terror es la proliferación y la perpetuación de la ignorancia. Vamos, que para asustar no hay que disfrazarse sino seguir siendo uno mismo.