La juventud campeona

Publicado: 25/06/2023
'Los niños con los niños’, ‘las niñas con las niñas’. ¡Cuántas frustraciones causaría!...
Antes, mucho antes de paseo marítimo, pisos y apartamentos, cuando la playa llegaba hasta las últimas casitas de cal y la arena volaba en su tránsito natural hasta el cerrito del ‘Real de la Almadraba’, para perderse en las oleadas de pinos verdes que ella misma había creado; nuestras madres, tías o abuelas, con la ‘tortilla de papa’, manojos de boquerones fritos, pan y una sandía, desde ‘las pieras del castillo’, no paraban de gritar: “¡Niño venacá pa cá! ¡Como ta´hoge en la playa, tu pare te va a matá cuando venga de la má!”; cada vez que nos ‘zambullábamos’ en ‘agua remontá’. Estaba claro qué sucedía pasado el día de la Patrona. Hasta entonces, nuestra seguridad estaba custodiada por la religiosidad que desde el púlpito predicaban, entre ellos, el Padre Vicente, al que más de una vez le vimos con su ‘meibal’, disfrutando de tan solitaria playa. Todavía era ‘playa chica’ hasta ‘las pieras del castillo’, y ‘playa grande’ hasta la barra –ahora habría que decir hasta la chanca, después que la sembraran de piedras y pertrechos del dragado del puerto–.

Bañarse antes de la Virgen del Carmen estaba duramente castigado por nuestros mayores. Sólo los niños más atrevidos se purificaban en tan solitaria playa que los días luminosos parecía estar más cerca de Tánger que de Barbate. Incluso los que tenían que hacer comunión o confirmación, para no caer en la tentación, atravesaban el pinar o andaban la angosta carretera a la ‘Fuente el Viejo’, para bañase en las albercas de la ‘Ribera de la Oliva’, a costa de arrancarse las sanguijuelas que acudían como mosquitos acuáticos. Cuántas reglas, leyes y mandatos, soportamos bajo la cultura político-religiosa, sin embargo, a los más pequeños, dejaban jugar a médicos y enfermeras. Que incongruencia.

Eso sí, los niños de aquellos tiempos mostrábamos exquisito respeto a los mayores, aunque una vez liberados de sus miradas, disfrutábamos en nuestro particular ‘Aquapar’ de la ‘pescadería vieja’, o nos aventurábamos hasta el ‘primer coral’; pero antes de llegar a casa, por precaución, nos lavábamos en los ‘pozos de las casetas del río’, en el grifo del ‘Pósito’ o ‘los Seis Grifos’, para que nuestras madres no saborearan con su lengua el salitre en brazos o espalda.

Disfrutando de los extraordinarios Campeonatos de Balonmano Playa y observando la sana libertad de los jóvenes, fueron muchas las negativas comparaciones que con cada jugada, con cada ola o cada gol, me recordaba tamaños errores: ‘los niños con los niños’, ‘las niñas con las niñas’. ¡Cuántas frustraciones causaría a tantas personas cuya sensibilidad pendía de la cultura retrógrada que imponía tan injusta sociedad! ¡Cuántas lágrimas derramadas porque verdugos de leyes y doctrina castigaban los distintos pensamientos! –que algunos todavía tachan de vicio o enfermedad, escondiendo los fantasmas de perversión y maldad de su sagrada dignidad–. ¡Cuántas mujeres y hombres consumieron sus vidas en sus cárceles de alcoba!. Hoy, esos de: “hasta que la muerte nos separe”, no lo cumplen ni los legionarios.

Bendita juventud que, como flor de primavera, muestra sin complejos, odios ni mentiras, todos los colores que los seres humanos representamos en el mundo. 

 

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