En una de las imaginarias jugadas que la vida nos tenía reservada, después de múltiples vicisitudes y vivencias, seis amigos nos reunimos para convivir una dilatada aventura que sellaría un pacto de amistad que ni el paso del tiempo sería capaz de borrar. Aunque la gramática de sus letras: las tres M y las tres J, tenía el mismo significado, por sus orígenes, circunstancias, aficiones, formas y maneras, de cada uno emanaba distinta genialidad, comprensión y entrega; pero en la complejidad de sus cotidianas partidas, por encima de todo prevalecía la amistad y el cariño. Tanto que, nuestras descendencias, ya mayores y con hijos, cada año se reúnen para celebrar lo que ellos llaman “la Infancia Feliz”; debido a las vivencias que de niños vivieran en un ambiente distendido y amable. Es verdad que cuando se crea una sólida amistad nutrida de cariño, principios y libertad, difícilmente llega a desaparecer, prevaleciendo en aquellos que tuvieron la suerte de conocerlas y vivirlas.
En todas las partidas, que fueron incontables, empleábamos amistad, alegría y bienestar. Tanto que cuando quedaba poco para terminar, ya estábamos proyectando la revancha de otra partida, porque en realidad todos salíamos ganando. MG programaba las partidas y amenizaba los momentos para las celebraciones; MR, difundía amable y apasionado la dinámica de los juegos; MV, crítico soñador, siempre dispuesto a creaciones singulares; JR, previsor inagotable que nos ambientaba y alimentaba; JB, ‘planchero universal’, y empedernido provocador de momentos, mofa y cachondeo, y JF, imprimía agudeza y genialidad, asegurando la risa y diversión.
A pesar del paso del tiempo, hijos, nietos y las circunstancias que la vida nos impone, siempre encontrábamos un buen momento para celebrar las partidas de ‘seis en raya’, hasta que un aciago día, el inexorable destino quiso llevarse, precisamente, a la estrella que siempre aportaba gozo y la felicidad.
Por desgracia, la vida sigue y el tiempo se encarga de curar las heridas. Aunque hay heridas tan profundas que ni el tiempo es capaz de curar, y sólo nos deja soñar con su recuerdo. Desde entonces, todos soñamos una celebración de honor y despedida, aún sabiendo que es imposible ocupar esa esquinita o centro del tablero que tanto nos hizo gozar, y porque ya ninguna de las jugadas tendrá esa dimensión graciosa, soñadora y alegre, que la estrella de JF, nos hacía gozar. Tú, Juan Frijón, has sido el primero en partir en ese viaje sideral que al final del tiempo todos tenemos que recorrer. Tú ha sido el primero en llegar a esa lejana dimensión que inexorablemente nos aguarda. Tú, ha sido la primera estrella que parpadea a años luz en cualquier lugar infinito de la orbe celestial.
Ojalá, cuando el diseñador del universo nos transporte al eterno viaje, volvamos a reunirnos en una lejana galaxia que adorna y perpetua el inmenso firmamento, y en el parpadeo de la inmortalidad, convertidos en una constelación que se llame “Seis en Raya”, sigamos disfrutando en la eternidad del tiempo, de aquellas maravillosas partidas que los SEIS comenzamos aquí en la tierra. Hasta entonces, querido y buen amigo Juan Ariza Navas, ‘Juan Frijón’.
