¿Por qué votamos tan poco en Andalucía y Cádiz?

Publicado: 19/06/2022
Autor

Daniel Barea

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Los políticos no conectan con casi la mitad de la sociedad. ¿Para cuándo una reforma electoral que ponga fin a las listas abiertas y la tiranía de las siglas?
El temor a la abstención ha marcado la última semana de campaña. El presidente de la Junta de Andalucía en funciones y candidato del PP, Juanma Moreno, ha mostrado especialmente su preocupación por un fenómeno que podría condicionar la formación de un Gobierno monocolor en la próxima legislatura o con un socio incómodo como Vox e incluso la repetición de los comicios, tal y como adelantó en un par de entrevistas. El líder popular ha hecho referencia al calor que invita a pasar la jornada en la playa como principal amenaza. Pero no es la única. La celebración del Corpus también afectará. Los sondeos que le dan como ganador inquietan porque la experiencia empírica constata que desmoviliza. 

Estos son cuestiones coyunturales. Pero el problema es más profundo. En general, en nuestra comunidad autónoma, se registra de forma consistente un porcentaje de participación levemente inferior al del conjunto de España tanto en las elecciones municipales como generales. En cuanto a las citas autonómicas, la abstención ronda, de media, el 40%. No en vano, en las últimas elecciones, superó el 41%.

La abstención en Cádiz fue del 47,8%, la más alta de la región, con Almería, que se situó en el  47%. El patrón se repite sistemáticamente: las provincias con más voto registrado son las de interior, especialmente Córdoba y Jaén; y las que menos, las costeras, con la nuestra al frente de manera habitual.

Sobre las causas de este fenómeno no se ha investigado demasiado. Y, apenas, se debate. El decano del Colegio Oficial de Ciencias Políticas y Sociología de Andalucía, Jaime Andreu, cuestionado al respecto,  apuntaba en estas páginas hace unos meses,  que “es resultado de un cálculo más o menos intuitivo de los costes y beneficios de la elección de cada opción política”, de manera que quedarse en casa obedece a la falta de incentivos por parte de las formación y el descreimiento en sus propuestas.

El director de SW Demoscopia, Juan Miguel Becerra, ofrecía una explicación bien distinta. Según las series estadísticas, cuanta menor población tenga un municipio, más participación registra, y a la inversa, en aquellos que hay una mayor población se vota menos. Esta disminución de participación se debe, sostenía, a que las ciudades albergan mayores desigualdades sociales y económicas y tienen bolsas de pobreza, a diferencia de las pequeñas localidades. La fórmula es sencilla: a menos renta, menos participación en las elecciones. De manera que La Línea, Barbate, Sanlúcar y Puerto Serrano lideran las tablas de desempleo... y de abstención. Y remataba con otro caso: en Jerez, el porcentaje de electores que depositan su papeleta en la urna es 20 puntos mayor en la Avenida Álvaro Domecq, donde los vecinos declaran mayores ingresos, que en la Zona Sur, con vecinos con menos recursos económicos y más desempleo.

Tanto con una teoría como otra, dejan claro que la clase política no pisa suelo y es incapaz de lograr una identificación con el ciudadano. La partitocracia, sin lugar a dudas, ha pervertido el sistema democrático. ¿Para cuándo una reforma electoral que acabe con las listas cerradas, la tiranía de las siglas y obligue a los representantes a dar cuenta de su trabajo a los representados?

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