El pasado lunes dieciocho de octubre se celebró el Día de las escritoras. Ese día felicité a muchas amigas,como Margarita Marín que el viernes 22 presenta nueva novela: La magia de las lagrimasy Raquel Huerta, autora de varios libros de literatura infantil y juvenil, como El guerrero de Orión y Requete.Y puse una vela a una de mis escritoras favoritas: Lucia Berlin.
Lucia Berlin se dio a conocer en España después de muerta y lo que es más sorprendente, con un libro de relatos: Manual para mujeres de la limpieza. La editora de Alfaguara, María Fasce, sabía que era probable que por reunir estos dos requisitos no tuviera éxito, pero sintió por este manuscrito lo mismo que por un primer amor y decidió lanzarsedonde otras editoriales habían pasado.
A mí también me fascinaron desde el principio estos relatos autobiográficos en los que Lucia no hacia másque mostrarnos el mundo que la rodeaba, pero de una manera única, la suya, que no habíamos descubierto. Una mujer alcohólica, con cuatro hijos que se va dedicando a las profesiones más dispares para sacarlos adelante y que nunca abandona la escritura, una pasión con la que no triunfó en vida, pero en la que confió, les decía a sus hijos: “no tiréis mis papeles”.
Gracias a que se guardaron, Lucia Berlin ha triunfado post mortem casi simultáneamente en Estados Unidos, su país y en el resto del mundo. Aunque eso fue en 2014.
Ahora el foco de las noticias literarias está centrado en una escritora inexistente: Carmen Mola. Pseudónimo de tres coescritores que triunfaron con La novia gitana y sus dos secuelas y que acaban de ganar el Planeta, exitosa ocasión que les ha puesto al descubierto.
Alguna gente se ha enfadado mucho, como si hubieran vivido una estafa. Más estafados quedamos cuando un escritor publica con su nombre lo que le ha escrito otro por dinero o cuando nos venden novelas escritas por un ordenador.
La librería madrileña, Mujeres & Compañía, lo ha sacado de sus estanterías, pero es lógico es una librería dedicada a mujeres escritoras y estos autores son hombres.
A mí me parece más noticia que doten al Planeta con un millón de euros, convirtiéndolo en el premio literario más sustancioso. No sabía que lo que les faltaba a los escritores fuera equipararse a los jugadores de fútbol.
