Decía Daniel Innerarity que debíamos reflexionar sobre la creciente necesidad de abrir nuestras democracias a otros, a esos otros que excluimos de nuestras decisiones a pesar de estar directamente afectados por ellas. La crisis del coronavirus nos ha demostrado de una manera irrefutable un par de enseñanzas. La primera es la importancia de lo público y de los bienes comunes como sustento social en tiempos de crisis. La segunda, que encontrar la llave del gobierno y gobernar son dos cosas muy diferentes.
La fatiga en la estructura del ayuntamiento de Sevilla ha alcanzado a la ciudadanía de muchas maneras, pero una de las más importantes es la falta de ejecución de unos presupuestos que no son capaces de adaptarse a los ejes de los conflictos sociales más acuciantes: desempleo, desigualdad, medio ambiente, movilidad, vivienda, etc. No somos amigos desde CCOO de Sevilla de la crispación, pero es imperativo cerrar un presupuesto en clave social que afronte estas carencias, que esté a la altura del momento en una situación como la actual, en la que dejar espacios vacíos de colaboración solo contribuye a la negación de la política en mayúsculas. La debilidad o fortaleza de un partido político se mide en la capacidad de mediar y ofrecer proyectos alternativos de sociedad a partir de los cuales representar al máximo de intereses colectivos posibles, y la capacidad de pactar unos presupuestos debería ser una de sus funciones claves.
Al Consistorio sevillano le falta poner el pie en el suelo, más en los barrios empobrecidos de la ciudad y menos en las zonas saturadas de hoteles y evitar así la burbuja cognitiva que supone gobernar desde las redes sociales sin acercar posturas reales hacia quienes deberían ser sus “aliados naturales”. La derecha conservadora hizo mutis por el foro sevillano hace tiempo, y el populismo de ultraderecha solo intenta aprovechar el desconcierto y la sensación de inseguridad de futuro de las clases trabajadoras más castigadas. Craso error ceder estos espacios que deberían ser aprovechados para establecer una hoja de ruta que analice los riesgos globales de la ciudad con la intervención firme de una gobernanza local.
El Ayuntamiento de Sevilla debería ser percibido como útil por la población y, sin embargo, en los últimos meses, el devenir y la falta de presencia real de algunos de sus representantes ha puesto de manifiesto sus limitaciones, demostrando un cansancio y unos déficits que no solo son una cuestión de pactar presupuestos, pues en el interno la ciudad tiene muchas necesidades, más allá de ser el eje turístico del sur, y en el externo debe también disputar el agravio comparativo que sufre desde hace años con respecto a otras grandes capitales.
Durante la última década hemos comprobado que mucha información no es sinónimo de más conocimiento, de la misma manera que unos presupuestos expansivos no son más que una declaración de intenciones sino llegan a la parte de la sociedad más necesitada. No todo son sombras, recuerden, siempre hay una camino a la izquierda.