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Patio de monipodio

Aumentar el CO2

Si no se han propuesto envenenarnos aumentando en la ciudad el nivel de CO2, que venga Dios y lo vea. Los políticos nunca han sido muy respetuosos con la...

Publicado: 15/09/2022 ·
12:30
· Actualizado: 15/09/2022 · 12:30
  • Un vecino fotografía el estado del ficus tras paralizarse su tala. -
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Si no se han propuesto envenenarnos aumentando en la ciudad el nivel de CO2, que venga Dios y lo vea. Los políticos nunca han sido muy respetuosos con la arboleda, pero Monteseirín y los sucesores del mayor destructor de vida que Sevilla ha conocido, convertidos en feroces enemigos de los aportadores de oxígeno, en estilo tan prepotente y arbitrario como él mismo, han terminado de destrozar el eje Constitución - Carlos V - Enramadilla - San Francisco Javier - Luis de Morales, hasta Santa Justa, con el vergonzoso fin de ahorrar a la Junta el coste de un par de estaciones de metro.

El precio: crear atascos al disminuir los carriles de esos ejes de circulación y como consecuencia aumentar la contaminación por partida doble y al mismo tiempo eliminar los árboles que podrían ayudarnos a respirar.

Todo para satisfacer su ego y cubrir su erostratismo, pues aspiran a pasar a la posteridad como grandes destructores de una ciudad: Sevilla.

Con todo, Muñoz quiere destacar de sus predecesores, intentó cargarse el ficus de San Jacinto y hasta los naranjos empiezan a desaparecer en fines de semana, transformación sufrida de momento por el situado en la puerta de la Carne junto a la Diputación.

A esos alcaldes le molestan los árboles, como si para su uso particular tuvieran guardada una inexistente máquina productora de oxígeno.

Responsables de cuidar una ciudad, actúan con la mayor ligereza irresponsable, sin respeto al medio ambiente, cuya importancia ya sólo negaría un imbécil. Con sus acciones, los alcaldes se van colocando a la altura, escasa altura, de los anteriores.

Sólo la Ley podría salvarnos del atropello urbano, social y sanitario a que estamos siendo sometidos: cuando se estipule que arrancar, talar o dañar un solo árbol llevaría implícito su reposición pero a costa de la persona física que haya dado la orden.

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