La ausencia de estos países y de otros como la India, Israel, Paquistán, Polonia y Finlandia lastra un proceso impulsado por las autoridades noruegas en los dos últimos años y que concluyó el pasado mayo con la negociación del documento firmado en Oslo.
En la convención participaron representantes de 125 países, de los que 120 se han comprometido a firmarlo y más de un centenar lo hizo ayer o lo hará hoy, según las autoridades noruegas.
El tratado recibió el apoyo de 18 de los 26 miembros de la OTAN, y países como Francia, Alemania, Gran Bretaña, Japón y España enviaron a sus ministros de Exteriores a Oslo para hacer más visible su compromiso con la iniciativa.
Incluso alguno como Afganistán, que se había negado a hacerlo por ser un país en guerra, cambió a última hora de opinión, según anunció su representante, lo que provocó un estallido de júbilo entre los asistentes en el Ayuntamiento de Oslo.
El acuerdo prohíbe el uso, desarrollo, fabricación, adquisición y almacenamiento de las bombas de racimo y mejora la asistencia a las víctimas, la mayoría civiles.
A los países firmantes se les permitirá colaborar en operaciones militares con otros estados que no hayan rubricado el acuerdo, salvo en los aspectos relacionados con el uso de esas armas.
El ministro de Asuntos Exteriores noruego, Jonas Gahr Store, que ejerció de anfitrión de la ceremonia, calificó de “histórico” el día, y comunicó que el tratado ya ha sido ratificado por los Parlamentos de cuatro países, entre ellos el suyo.
Para que el tratado entre en vigor es necesario que al menos treinta países lo ratifiquen, algo que Store espera que ocurra en 2009.
Su colega español, Miguel Ángel Moratinos, manifestó en su intervención la “voluntad” del Gobierno y del Parlamento españoles para tramitar su aprobación por vía de urgencia.
Moratinos recordó además que el Gobierno ya aprobó en julio una moratoria unilateral para prohibir las bombas de racimo en España y destruir las existentes en los arsenales militares.
La convención, que se prolongó durante varias horas y en la que también participaron 250 activistas de 75 países y personas que han sufrido heridas causadas por este tipo de bombas, fue inaugurada con la intervención del primer ministro noruego, Jens Stoltenberg.
Stoltenberg señaló que “el mundo no será el mismo” tras la firma e invitó a países como EEUU y Rusia a unirse a la iniciativa.
El jefe de Gobierno noruego recordó en declaraciones a la agencia NTB que el próximo presidente de EEUU, Barack Obama, votó en su momento contra el uso de ese armamento y señaló que Noruega contactará con la nueva administración estadounidense para conocer su punto de vista.
La firma del tratado culmina un proceso que fue impulsado por varias organizaciones no gubernamentales en 1997, cuando se adoptó la prohibición internacional de las minas antipersonales. Insatisfecho con la lentitud del proceso en la ONU, el Gobierno noruego declaró en noviembre de 2006 que impulsaría por su cuenta, junto con otros países, una iniciativa para acelerar la negociación.
El trabajo diplomático arrancó en febrero de 2007 y finalizó en Dublín el pasado mayo.
Según la Coalición contra las Bombas de Racimo (CMC, en sus siglas en inglés), que agrupa a más de 200 organizaciones no gubernamentales (ONG) a favor de la prohibición, las bombas racimo han herido y asesinado desde 1965 a más de 100.000 personas, un tercio de ellos niños.