A Antonio siempre lo recordaré trabajando. Hasta el final; literal: incluso ha dejado escrito su obituario después de echarle cojones a la muerte. También, inventando, maquinando cosas nuevas, esforzándose por contribuir con algo más, por ser valor añadido, un paso por delante, anticipándose, viéndolas venir, incansable, valiente, en muchos casos rozando la temeridad, es cierto, pero sujeto a las reglas con las que desde Publicaciones del Sur hemos escrito las mejores páginas de la prensa local de Andalucía de las últimas tres décadas, antes de que lo digital lo inundara todo de clicks y pervirtiera el sentido y la causa del oficio de informar.
Antonio Atienza ha sido para este grupo un referente sin pretenderlo, desde un prudente segundo plano cada vez que lo requería la ocasión, más peón que oficial, más discreto que solemne, pero dueño siempre de su libertad, de su forma de hacer las cosas y de enfrentarse a la vida, y de eso tan difícil y al alcance de tan pocos que podemos denominar “estilo”. Pero, por encima de todo, Antonio era uno de los nuestros. Un hombre de Publicaciones, de los que, llegado el momento, enseñó a dar puñetazos en la mesa a golpe de linotipia y a convertir en historia la realidad diaria de su ciudad que, como muchas otras, vivía relegada hasta entonces a las páginas de sucesos.
Ahora que nos ha dejado, déjenme subrayar asimismo una de las señas de identidad de su etapa al frente del San Fernando Información: era un genio de los titulares. Hizo de los suyos todo un género por sí mismos, puramente azconianos, a veces retorcidos, pero casi siempre directos, retratadores y retadores. Sirva pues el título de este artículo como homenaje póstumo a la escuela de atrevimiento de su legado bajo la que es conveniente que profese el buen periodismo local, como signo inequívoco de cercanía. Descanse en paz, don Antonio.
“Solo puede quedar uno” era la frase publicitaria de la película Los inmortales, en la que una serie de tipos dotados con el don de la vida eterna se van retando a duelo de espadas a lo largo de los siglos para acabar unos con otros hasta que solo sobreviva el mejor. El protagonista, por ejemplo, pertenecía al clan de los MacLeod. El argumento, salvando las distancias, tampoco dista mucho del proceso de unas elecciones municipales, en las que, de manera predominante, los clanes del PSOE y del PP, junto a otros dignos adversarios -de los que caen al principio de la película-, se vienen enfrentando a lo largo de nuestra historia reciente bajo la premisa de que solo puede gobernar uno de ellos.
De todos esos procesos hay uno -el de Jerez- especialmente relevante por la trascendencia del resultado y sus consecuencias de cara a configurar el futuro gobierno de la Diputación de Cádiz, que será en lo que menos esté pensando quien vaya a depositar su voto el 28 de mayo, ya que es una mera cuestión de sillones que solo quita el sueño a los estrategas de cada clan, porque lo que en realidad va a definir esa jornada es que “solo puede quedar una”, reducido todo a un duelo entre Mamen Sánchez y María José García Pelayo en el que van a pesar tanto los legados de sus respectivos gobiernos, como las posibilidades actuales de las siglas que representan. En el primer caso gana el PSOE; en el segundo, el PP. De ahí que sean tan evidentes los mensajes que vienen trasladando a la opinión pública durante las últimas semanas, contagiados asimismo de un nerviosismo que solo denota incertidumbre a ambas orillas del Guadalete.
Creo que no era el plan de cualquiera de los dos. El PSOE pensaba que con presumir de obras en marcha, presentar proyectos y lucir en la camiseta la imagen de Lola Flores tenían garantizada la ventaja. El PP, que con la ola de Juanma Moreno, el auge de Feijóo, una encuesta que me diga lo que quiero escuchar y una campaña en modo “ayusers”, esto estaba ganado. Y no. Al PSOE le ha fallado quienes están a la izquierda del PSOE y al PP solo le falta empadronar al Tito Berni en Jerez para culpar al gobierno local de los males que azotan al país, lo que está provocando situaciones un tanto burdas y desesperadas de cara al duelo final de las urnas donde, definitivamente, solo podrá quedar una.
