Dijo Francisco Jiménez Valverde y dijo bien en el Teatro Cervantes. Lo puso bocabajo varias veces y se escucharon oles y palmas. No había mejor pregonero que él, un tipo de una pieza que siempre ha tenido una sonrisa para todos. Habló de los cofrades de base, de los que fueron y de los que serán. Nos ofreció su mano e hicimos un recorrido por esa Semana Santa mítica de nuestra infancia, esa que sigue latiendo en nuestros corazones por más años que pasen, la misma que se manifiesta cuando olemos incienso o escuchamos el runrún de los tambores de nuestra vida. Y sus palabras fueron el mejor preludio del Domingo de Pasión, repleto de traslados, de amigos que se reencuentran y se abrazan, de ese Centro que cada año por primavera nos acoge a todos frente a una de las cumbres estéticas de Andalucía. Fue el preludio, decía, de un Domingo de Traslados de niños recibiendo la herencia de sus abuelos y sus padres. De mujeres de trono llevando a sus titulares, desempolvando agravios históricos y diciéndole a toda Málaga que la mujer tiene un sitio en las cofradías aunque a algunos aún no les entre eso en la cabeza. Declamó con pasión y firmeza, estuvo contenido pero en alguna ocasión las lágrimas vencieron al pregonero, sobre todo cuando se acordó de quienes ya no nos acompañan. Fue luminoso y sincero, se declaró nazareno e hizo una encendida defensa de la más alta de las penitencias, que es, a su vez, la más humilde. Se acordó de todas las cofradías, pero le prestó especial atención a las suyas, claro. Al fin y al cabo, todas las advocaciones son malagueñas y dibujó con trazo firme el futuro de nuestra Semana Mayor, que tantas veces se ha levantado de los rescoldos de la intolerancia y el fanatismo. Francisco Jiménez Valverde trenzó en su verbo el tintineo de un palio, el rugido de una túnica que rasga la calzada en su avance penitente, susurró como el viento de levante a las candelerías de las vírgenes malagueñas, nos hizo sentir el peso del varal en nuestro hombro, nos imaginamos, gracias a su verbo, en la Tribuna de los Pobres, que es la nuestra, la de los cofrades de a pie, y, sin decirlo, nos hizo encontrarnos con la necesaria reivindicación serena de nuestras tradiciones, amenazadas por el aire rigorista de quien no ha entendido nada o, si lo hizo, lo entendió mal. Este pregonero es de todos, igual que a todos nos pertenece la Semana Santa. Muchas veces no sólo hemos de mirar al futuro, sino que volver la mirada al pasado nos sirve para dibujar la senda futura que habrá de seguir esta manifestación de religiosidad popular que hemos de defender como el tesoro que es. El pregonero sabe lo que dijo y dijo lo que quiso. Para quien quisiera escuchar. Ya lo dijo mi admirado Coco Jurado: “Porque esto, señores, es Málaga”. Jiménez Valverde nos bordó la Málaga nazarena con un pregón de los que van a quedar en la memoria de los cofrades. Y en el corazón. Enhorabuena, pregonero.
Málaga
El pregón que necesitábamos
No había mejor pregonero que él, un tipo de una pieza que siempre ha tenido una sonrisa para todos
Publicado: 31/03/2023 ·
11:37
· Actualizado: 31/03/2023 · 11:37
Este pregonero es de todos, igual que a todos nos pertenece la Semana Santa
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