Un día del pasado invierno, estando de compras en un súper de nuestro municipio, me encontré a un amigo que hacía tiempo que no veía. Este rápidamente se acerco a mí y se alegró de verme. Tras estrechar nuestras manos como símbolo de afecto y amistad, entablamos una conversación acerca de todas las personas que nos rodeaban. Mi acompañante de esta improvisada tertulia se lamentaba de que en el tiempo que había estado comprando en este establecimiento no había visto ninguna gente de Conil, solo divisaba foráneos.
Mi amigo, al verme, gritó: “Por fin un conileño de pura cepa”. Con sonrisa en el rostro, le expliqué que eso de pura cepa estaba por ver, ya que mis orígenes maternos, en varias generaciones atrás estaban lejos de aquí, en Osuna (Sevilla) precisamente. Eso no quitaba que a mi familia se le considere una familia conileña afincada desde hace siglos en esta comarca.
Comentamos que este invierno habían aumentado los residentes en nuestro pueblo, muchos de estos nuevos vecinos habían llegado a Conil a raiz de la pandemia, con el teletrabajo bajo el brazo. Otros atraídos por el buen clima, o por la subida de precios de los combustibles, ya que estos son trabajadores de ciudades de nuestra provincia, que tienen sus puestos de trabajos en nuestra localidad. A estas personas les sale hoy en día más económico alquilar que el coste del desplazamiento.
Hay también gente que después de haber estado durante años desplazándose a nuestras costas para disfrutar del verano, al llegar su hora de jubilación deciden afincarse aquí. Muchos europeos, sobre todo del norte, también fijan su residencia en nuestro municipio, atraídos por el buen clima y por las horas solares que en el sur son más que en el norte de Europa. Hasta nuestra tierra llegan grandes y pequeños inversores de distintas nacionalidades que abren sus negocios en Conil y forman otro gran grupo de residentes.
Hay también muchos emigrantes sin apenas recursos que, a duras penas, pasando calamidades y gracias a las ayudas sociales municipales y a distintas asociaciones, han podido dejar atrás miserias y hambruna. Hoy forman parte de la comunidad vecinal conileña.
Oficialmente, según el patrón municipal estamos alrededor de los 24.000 habitantes, pero la realidad es otra, ya que hay muchos residentes que por un motivo u otro no están empadronados, lo que da lugar a que la cifra se nos vaya de las manos. En la actualidad, podría haber en Conil casi 30000 habitantes o más. Vamos camino de ser una ciudad, dejando atrás de ser un pequeño pueblo marinero.
Gracias a todos estos nuevos vecinos formamos una urbe internacional donde están conviviendo miles de culturas y etnias distintas. Conil tranquilamente se puede considerar una ciudad cosmopolita, como la Roma imperial, o más civilizada como Nueva York o Londres.
Esta diversidad de culturas de todas partes del mundo se está enraizando con nuestra cultura autóctona, provocando que la sangre hereditaria de los conileños se impregne de una diversidad multicolorista y cultural, propiciando todo esto que las gentes de Conil seamos muchas más.
Vaya este agradecimiento a todos estos caminantes sin rumbo fijo que por distintas circunstancias de la vida el destino les ha traído hasta Conil, consiguiendo que con su presencia nuestro pueblo sea el mas cosmopolita y multicultural de todo el universo.
Al llegar a nuestro municipio han sido recibidos con un sol primaveral y una brisa marinera de aires del sur, que aprovecha para darles un cálido recibimiento, mientras el viento de Levante y el de Poniente se disputan quien será el primero en presentarse antes los nuevos vecinos.
La amabilidad y la simpatía de los conileños sirven como ofrenda para recibir a estos viajeros del mundo. Agradecidos somos los conileños por recibir la cultura y las costumbres de estos nuevos moradores que, con sus historias y anécdotas, nos hacen retroceder en el túnel del tiempo hasta el pasado más glorioso de nuestro pueblo, dejándonos sus señas de identidad. Como antaño nos dejaran Los Fenicios, Romanos y Moros.
