A principios de agosto de 2021, Abdullah Sadaqat, nacido hace 34 años en Bamiyán en el seno de una familia de siete hermanos, casado con Sadia y padre de dos hijos, Farid y Farhad, de cuatro y seis años, asistía impotente y con creciente inquietud el avance de los talibanes en diferentes provincias de Afganistán. Yolanda Rosado, responsable de comunicación de la organización sin ánimo de lucro CEAin, relató en las páginas de INFORMACIÓN hace unos meses los pormenores de la vida truncada de Abdullah y los suyos en aquellas jornadas en las que se truncaron sus vidas y temieron por sus vidas. “Sabía que iban a venir a por mí por haber trabajado con el Ejército español” como intérprete, “ellos torturan de forma terrible a cualquiera que consideren infiel”, confesó a Rosado.
Sin perder un minuto, comenzó a preparar la documentación con la Embajada y pudo escapar de la barbarie a España antes de que los fanáticos tomaran Kabul el 15 de agosto y se hicieran con el control del país. La operación Allies Refuge, puesta en marcha por Estados Unidos, permitió que en torno a 4.000 compatriotas recalaran en las bases militares de Torrejón de Ardoz y Rota durante las semanas posteriores a la invasión.
Hasta la localidad madrileña se desplazaron integrantes de CEAin y Andalucía Acoge, entidades colaboradoras en el programa de protección internacional del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, para realizar las primeras entrevistas a las familias afganas solicitantes de asilo. La de Abdullah y otras cuatro más se desplazaron a Jerez entonces para que las ONG les acompañaran en su proceso de adquisición de la autonomía e integración en la sociedad española; en julio del año pasado se sumó una más.
“Una de ellas no continuó con el programa porque contaba con recursos; el resto están a punto de finalizar el periodo máximo de dos años de atención”, explica Francisco Morales, director de CEAin, en conversación telefónica. Si bien el 95% ha obtenido asilo (porcentaje muy elevado en comparación con el 5% de refugiados de otras nacionalidades que lo solicitan), se enfrentan a serias dificultades para comenzar de nuevo.
El equipo de intervención, conformado por ocho personas, entre las que se encuentran trabajadoras sociales, educadoras, abogada y una psicóloga, se han empleado a fondo, primero con el idioma, luego con la formación para el empleo, aunque la mayoría de los afganos que continúan en la localidad desempeñaban tareas profesionales cualificadas en su país de origen o cursaban estudios superiores en el momento en el que los talibanes les arrebataron presente y futuro.
“Una mujer joven ha obtenido una beca y continuará con sus estudios universitarios en Barcelona”, explica Morales, y otros tienen a la vista algún contrato laboral, pero “temporales”, lamenta. Además, encuentran problema para encontrar vivienda. En la actualidad, habitan los inmuebles que CEAin tiene en el municipio. “Hay personas que, movidas por los prejuicios, se niegan a alquilar a extranjeros y, según la nacionalidad, peor”, añade.
Valora, no obstante, gestos solidarios como el realizado por la Agrupación Fotografica San Dionisio de Jerez, que donaron una cámara precisamente a Abdullah y le abrieron las puertas de la asociación para que pudiera retomar su gran vocación.
Pero el presidente de CEAin considera preciso que aquella respuesta generosa de hace dos años por la sociedad española en general y de la jerezana en particular se mantenga en el tiempo. Se muestra preocupado, además, por “la polarización” ante dramas humanitarios “por el ruido vacuo” sobre si los asilados “se aprovechan de privilegios”. “Hay que informar de lo que ha pasado, de cómo estas familias sintieron, en primer momento, liberación al escapar de la amenaza, pero han sido despojadas de cuanto tenían” y ahora deben comenzar de nuevo en una ciudad, a más de 8.500 kilómetros de su patria, ajena. Morales también está convencido de que hace falta recordar que “el problema de Afganistán no se ha resuelto”. “El goteo de refugiados es permanente”, advierte. No en vano, otras tres mujeres, dos de ellas con algún tipo de discapacidad, han llegado a Jerez hace seis meses.
“Echan de menos a sus primos y abuelos, que quedaron en Afganistán, y sus costumbres, para ellos lo más importante es conseguir trabajo para rehacer su vida”, escribía Yolanda Rosado en INFORMACIÓN. Dos años después, la pesadilla y los sueños son exactamente los mismos.