La segunda edición del Festival Romano arrancó con el nombramiento de Aurelia Casado como la persona Laureada. La delegación de Participación Ciudadana, representada por la concejala Isabel María Fernández, expresó que este acto de homenaje “nace del cariño, la admiración y el reconocimiento de mucha gente por su labor. Aurelia es una mujer que ha dejado huella en la que ha sido siempre su vocación y aunque lleva unos años jubilada siempre seguirá siendo maestra”. La maestra de todos; de muchas generaciones en la localidad que abrió, además, un nuevo camino en la manera de abordar la docencia.
La empatía, la solidaridad o la confianza en el alumnado son valores basados en los sentimientos que defendió Aurelia desde el primer día, una maestra que se dedicó en cuerpo y alma a su labor desde el primer día que llegó al colegio Lapachar desde su Salamanca natal para iniciar lo que su marido y compañero de profesión, José María Moreno, denomina como una “revolución silenciosa”.
Lo cambió todo. Introdujo nuevos métodos de enseñanza para garantizar una integración plena del alumnado a través de los grupos flexibles, por ejemplo, o las tutorías inmediatas en las que los estudiantes podían trasladar sus problemas directamente al profesorado sin necesidad de concertar una citación previa con los padres, creando un clima de confianza que se reflejaba en las aulas. Aun así, Aurelia también consideraba a las familias como parte fundamental en el proceso de enseñanza de sus hijos, por lo que también se ponía en contacto con ellos a menudo a través de la invitación a concursos de tartas, convivencias y otras tantas iniciativas que, hoy, todavía se llevan a cabo.
Excursiones con los niños también se continúan haciendo, aunque es sin duda la creación de la “maceta solidaria” lo que perdura como una de las iniciativas que mejor definen a Aurelia. Los niños podían hacerse con macetas que ella mismo plantaba con sus propias manos. Los beneficios recaudados iban destinados al beneficio de los más necesitados: asociaciones, ONGs u organizaciones religiosas, entre otros. Ya hace tiempo que Aurelia decidió jubilarse para iniciar una nueva vida que le permita estar más cerca de su familia, aunque fuera de las aulas continúa realizando la “maceta solidaria”. Ya no pasa lista ni corrige exámenes, pero Aurelia, de alguna manera, continúa plantando macetas. Continúa plantando la semilla en el interior de muchas generaciones que han terminado por dar su fruto en forma de grandes profesionales, pero, sobre todo, buenas personas.