El único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, decía el refrán está presente en la política actual y los políticos correspondientes. Sacar verdades es una ventaja que tiene el ser humano. Pero “una” verdad no es suficiente por sí misma. Existe también la ecuanimidad, aunque haya quien se niega a saberlo la ecuanimidad exige ser comedidos para evitar errores que puedan llegar a horrores. Y hacer crítica honrada y razonada obliga a no atacar siempre a quien cuya opinión no coincide, y callar ante los errores de los más graves es promover un golpe de Estado para sustituir al gobierno
España no se rompe por acudir a un mediador objetivo e imparcial, ni por hacer un referéndum, sin duda la mejor muestra muestra de democracia porque permiten conocer las ideas y los deseos de todos. Hablar y escuchar eso es democracia, buscar la “solución a palos es todo lo contrario. Y no ayuda, fundamentalmente porque enquista el problema y crea oposición en ambos sentidos. Ni por juzgar y condenar, no en función del acto sino de quien lo realice. España ya está rota, convénzase. La han roto los desequilibrios, creados y mantenidos por los gobiernos anteriores y actuales, por el gran capital que impone sus propios intereses como norma, con el apoyo de ciertos partidos y por el populismo buscador de golpe de Estado.
Otra cosa es la ambición, un vicio por desgracia muy frecuente entre los humanos. Poca gente no quiere elevarse a su máximo nivel, aunque ese nivel sea el de incompetencia, como reza “El principio de Peter”. Ser ambicioso es algo muy normal, demasiado, aunque pueda perjudicar a muchos, incluidos los propios ambiciosos. Pero no existe medicina contra la ambición a ningún nivel, no hay más elementos para combatirla que evitar verla en ambos bandos. Porque verla sólo en uno es una forma de apoyar. Y quien la apoya la insurrección armada en alguna ocasión pierde su derecho a ser crítico en otros momentos.
El futuro de España requiere rectificar, regenerar, adoptar una actitud positiva, sin llamadas al totalitarismo y sin mentiras. Un referéndum no puede “romper” nada, porque en él hay dos opciones y cualquiera de las dos puede ganar o perder.
