Sí, algo que pudo ser algo más que una simple ilusión o una aspiración de una provincia que ya desde la II República se sentía un tanto marginada de esa Andalucía a la que seguimos ligados pero no totalmente “integrados” -yo así me siento (¿)-, tal vez por el simple hecho de ser la última o el último rincón occidental de la península ibérica. Bueno, al grano porque es para algunos una descabellada inclinación y para otros una necesidad de poner las cosas en su sitio dado el cada vez más sangrante y lamentable grado de marginación y abandono. El asunto surge a raíz de la recién creada Universidad de Huelva -año 1993-, cuando el interés por esa incluso posible ilusión surge en la mente del profesor Manuel Campos Cordón, todo como fruto de -leo- aquellos primeros esfuerzos de transmitir la pasión investigadora, que aparece en el libro ‘Huelva con Extremadura: corrientes de opinión de los onubenses durante el proceso autonómico de la II República’ y que despierta mi interés por, al menos, retroceder en el tiempo y comprobar qué grado de realismo llegó a tener ese propósito y/o aspiración de los onubenses.
Sí, adentrándome en el tema fueron años decisivos en el despertar de la conciencia identitaria de Andalucía, que no evitó la inclinación de determinados sectores de la población onubense por desligar la provincia de la unidad andaluza, para -sigo leyendo- “preconizar una unión administrativa con Extremadura”. Los conflictos económicos latentes entre las actividades portuarias de Huelva y Sevilla como causa última del afán desgregador. Las cosas así y yendo al grano, el autor se detiene para indagar la primera aproximación de Huelva al movimiento ‘extremeñista’. Se trata de la iniciativa de celebrar una exposición onubo-extremeña en 1886, a raíz de la inminente finalización de la línea ferroviaria Zafra-Huelva. En ella - seguimos pensando hoy lo mismo?- se depositaron grandes esperanzas de prometedores beneficios económicos para las tres provincias, al acercar los productos extremeños al Puerto de Huelva, hasta entonces canalizados al de Sevilla, ¡ozú! Sí, lo de siempre, porque el autor demostró el empeño en el hermanamiento de Huelva con Extremadura; empeño mantenido inquebrantable -¡ojo al dato!- durante los años posteriores, hasta que al fin la Exposición se hizo realidad en 1903… (Me gustaría conocer más detalles).
Las cosas así -insisto-, en el proyecto de Ley de Mancomunidades Andaluzas de 1912 nuevamente don Manuel nos introduce en las corrientes de opinión que dicho proyecto provocó en determinados sectores de las población onubense, en los que vuelven a aflorar las ventajas que se derivan de mancomunarse con Extremadura y no con Andalucía. El eco se dejó sentir en la elaboración de un proyecto de Estatuto Onubo-Extremeño una vez celebrada la Asamblea de Córdoba de 1933, donde Huelva había demostrado una actitud reticente hacia el Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Autonomía de Andalucía. Y continuó haciéndose notar todavía -sigo leyendo- en la preparación de la siguiente asamblea de Sevilla de 1936…
Bueno, y es así, en ese momento decisivo de nuestra historia, cuando Blas Infante y otro personaje popular de la época -nada menos que obrero portuario y llamado Manuel Pérez y Pérez- callaron para siempre, y es ahí cuando concluye el movimiento pro-extremeñista y el estudio del señor Campos Cordón. Lo que hubieran defendido los onubenses de llegar a constituirse la Asamblea para la aprobación del Estatuto de Andalucía cae dentro -se dice en la presentación del libro- del terreno de las conjeturas. Pero el asunto no termina aquí y en próximas entregas seguiremos desmigándolo, aunque para seguir situándonos no puedo olvidar aquellos consejos económico-sociales y sindicales de -creo recordar- los años 60, denominados de Huelva-Extremadura y promovidos aquí por los sindicatos verticales. Todo giraba siempre en torno a las comunicaciones y, por supuesto, la necesidad de confirmar el Puerto de Huelva como salida natural de Extremadura al mar con todas sus consecuencias y beneficios. Eso… porque las carencias se han ido empeorando desde entonces y un puerto portugués no ceja en el acecho (¿). ¡Ah! Y del AVE mejor no hablar.